LA LITURGIA PENTECOSTAL

LA LITURGIA PENTECOSTAL

Una revisión a la hermenéutica pneumática no estaría completa sin estudiar la liturgia pentecostal, veamos. Este estudio es importante porque explica el proceso a través del cual los creyentes son iniciados en la interpretación de la voluntad de Dios a través de la Encarnación de la Palabra en la adoración (Vondey, 2010, 119-20). En éste los creyentes son guiados a expresarse y a recibir Palabra viva que les permita cumplir con su misión cristiana. La ministración, por lo general, ocurre a través de la alabanza y la adoración y llega a niveles de gran altura espiritual a través de la predicación poderosa de la Palabra y el ejercicio de los dones carismáticos, los cuales están disponibles a todos los santos que fielmente se santifican y se dejan usar por el Espíritu Santo. 

La Liturgia Pneumática 

Por lo general, los servicios pentecostales son dinámicos y su objetivo es levantar el nombre de Cristo Jesús por encima de todo orden establecido. La expresión corporal y espiritual crean un ambiente de celebración donde participan activamente todos los creyentes. La alabanza y la adoración en el Espíritu son profundas y se renuevan continuamente. Estos elementos conllevan un significado de fortaleza y de vida espiritual sólidas y dinámicas (Ingalls, 2015, 2-8). Preparan el ambiente para la ministración de la Palabra y el ejercicio de los dones espirituales que son repartidos por el Espíritu Santo según su voluntad soberana a todos los participantes del servicio. Los creyentes se someten al Espíritu de Dios en una disposición receptiva para recibir lo que él quiera darles.

En un servicio Pentecostal, es típico observar a creyentes hablando en otras lenguas durante la alabanza y adoración o a veces, en momentos especiales después de la predicación, ya sea para confirmar la palabra predicada o para desafiar a la congregación a enfocarse en algún tópico en particular que el Espíritu Santo trata de acentuar en el servicio. Estas manifestaciones son consideradas como carismáticas y forman parte de liturgia misma del servicio. Este tema lo explica muy bien Frank D. Macchia, cuando se refiere a la práctica del don de lenguas como parte de la liturgia pentecostal (Macchia, 1993, 61-76).

En cuanto a las ordenanzas de la iglesia (sacramentos), estos se expresan de tres maneras: el Bautismo en agua, la Cena del Señor y el Lavatorio de Pies de los Santos. Aunque hay otros sacramentos que se practican tales como la presentación (dedicación) de los niños a Dios, las bodas y la ordenación de santos para el ministerio, estos tienen significados litúrgicos diferentes a los tres primeros. 

En general estos elementos litúrgicos le dan un fundamento eclesiológico sólido a la comunidad de fe pentecostal. Estos forman parte de los elementos indiscutibles e insustituibles que sirven como símbolos sagrados y de iniciación entre los seguidores de Cristo. 

Además, los símbolos sagrados son percibidos como elementos de formación, de combate y de conquista. Los creyentes no se arrodillan ante los símbolos de la fe cristiana, sino ante el creador de tales símbolos. En las congregaciones pentecostales se utilizan los símbolos sagrados para afirmar a los creyentes en la fe y para hacerles sentir parte de la iglesia. Por lo general, los emblemas sirven como fuente de identidad y permiten que la congregación se apropie de señales que le permitan entender mensajes espirituales para el fortalecimiento de la fe (Martin, 1995, 101-17). Por ejemplo, la cruz es un símbolo que les recuerda el sacrificio expiatorio de Cristo, quien dijo que, el que quiera ser su discípulo, debe negarse a sí mismo, tomar su cruz cada día y seguir en pos de él (Lucas 9:23). Así que el significado de la cruz de Cristo es de entrega, sacrificio y obediencia total a él; y el que quiera vivir la vida cristiana según lo diseñado por la Palabra de Dios, debe someterse a este mensaje. 

La Alabanza Pentecostal 

En Latinoamérica, al igual que en otros contextos, la alabanza pentecostal, al principio, fue percibida por gran parte de la comunidad cristiana tradicional, como irracional y desordenada, por su expresiones físicas de alegría y de gozo (Aguirre, 2008). ¡No hubo nada más erróneo e injusto que eso! En realidad, la alabanza pentecostal es integral. 

Haciendo acopio de la simbología del tabernáculo de reunión en el Antiguo Testamento, la alabanza y adoración del pueblo de Dios era practicada en tres diferentes lugares o niveles. En el atrio había manifestaciones masivas de algarabía, gozo y júbilo. La música y la alabanza de aquel sector del tabernáculo bien podía ser designada como la “alabanza de los pies”, donde el ritmo y el júbilo del pueblo en fiesta celebraba el triunfo o la victoria y, creaba la firme convicción de la presencia de Dios en medio de su pueblo (Macchia, 1993, 66). De igual manera, en un sentido simbólico, los creyentes, al reunirse en sus asambleas de adoración, aplauden con entusiasmo y practican muchas y variadas manifestaciones físicas que celebran el triunfo de Cristo en la vida de la iglesia. 

Alabanza del corazón

Una vez que el pueblo pasaba al siguiente nivel de adoración, al lugar santo, el volumen, el ritmo y la algarabía bajaban de intensidad para dar paso a la adoración del corazón. Acá el pueblo se dedicaba a expresarle a Dios su amor, su entrega y consagración a su servicio. Estos reconocían el Señorío de Cristo y se sometían a su voluntad. La música de este nivel era exquisita y motivaba al corazón a postrarse en adoración ante su Hacedor. La adoración pentecostal por lo general sigue ese orden y se inspira en expresarle su amor al Señor (Peart, 19776). Todo esto prepara al pueblo de Dios a recibir la ministración del lugar santísimo. 

Adoración con entendimiento. Una vez que la alabanza de los pies y la adoración del corazón han llegado a su nivel de máxima expresión, el pueblo está preparado para recibir la Palabra. Generalmente el predicador, o figura sacerdotal, comparte el mensaje que Dios tiene en esa ocasión para su pueblo. Por supuesto los niveles anteriores preparan un ambiente de ministración poderosa. La predicación pentecostal por lo general es vibrante, emotiva y cargada de pasión. El mensaje es desafiante y estimula a la congregación a tomar decisiones serias en su relación con el Señor. 

La Adoración 

En general la adoración pentecostal es profunda, dinámica y creativa. La misión del adorador es entrar en la presencia de Dios y expresarle libremente su amor y devoción a él. Intencionalmente el creyente procura ser original y expresarse a sí mismo delante del Señor. Para ello es necesario despojarse del ritualismo y la actividad religiosa vacía y sin vida que caracteriza a la persona religiosa (Maltz, 1985, 113-37). 

En virtud de lo anterior, en la adoración pentecostal hay un alto contenido de expresión emocional que se manifiesta a través de las condiciones de gozo, paz, esperanza y amor (Miller y Strongman, 2002, 8-27). Todo lo contrario, a esta condición es desmeritado y no pertenece a un ambiente verdaderamente pentecostal. 

Tanto la liturgia como la adoración sirven para preparar el ambiente para la hermenéutica pneumática. Estos elementos crean un estado de expectación y receptividad dentro de la comunidad de fe que permiten la libre expresión de los dones espirituales y la exposición de la Palabra con un mensaje fresco, actualizado y contextualizado (Macchia, 1993, 70). En otras palabras, el texto crea vida y establece la vida. Los creyentes son estimulados en la fe y animados a vivir para Cristo según las ordenanzas y las enseñanzas del Nuevo Testamento. De ahí que la preocupación de los pastores se centra en estimular la manifestación de los dones ministeriales descritos en Efesios 4:11: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.” Cuando esto ocurre la iglesia mantiene un equilibrio sólido que le permite seguir creciendo y avanzando en la evangelización del mundo. De esta manera la gobernabilidad sabia, la enseñanza sólida y la ministración efectiva hacen que la comunidad de fe siga la dirección de la Palabra y se someta a ella conforme a la voluntad de Dios. Ello genera, por consiguiente, un pueblo sano y fuerte. Indudablemente el fin o la misión de la hermenéutica pneumática deja de ser un ejercicio meramente académico y se encarna en la vida de la iglesia misma, sin perder de vista su estricta disciplina y su proceso metodológico de encarar al texto. 

LECTURA PNEUMATICA A LA REALIDAD HUMANA Y SU MUNDO

El movimiento pentecostal ha crecido significativamente por múltiples razones, pero una de ellas es la habilidad de sus intérpretes bíblicos de comunicar el mensaje de Dios a la generación contemporánea. Estos fueron capaces de encarnarse entre los más pobres de los pobres y desde ahí crecieron. Ellos no tuvieron que ir en busca de los pobres. Estaban ahí, entre los pobres. Eran parte de ellos y desde ahí se extendieron y se desarrollaron. Plantaron iglesias en comunidades muy pobres y desde esos lugares, con múltiples limitaciones, practicaron una fe y un ministerio que transformaron a las comunidades. Contrario a las denominaciones tradicionales evangélicas, los pentecostales carecían de poder político, económico y social. Sin embargo, esas limitaciones causaron que ellos depositaran toda su confianza en Dios, quien se convirtió en su fuente de ayuda yrecurso absoluto. Desde esa perspectiva estos vivieron la encarnación de la Palabra de Dios en la vida de la comunidad el Nombre de Cristo fue exaltado y las congregaciones prosperaron según crecía la fe de los creyentes (Eckolt, 2015, 195-214).

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Luego, el pentecostalismo partió desde la cosmovisión de la comunidad de fe para entender cuál esa la voluntad de Dios para su pueblo. Ello les permitió afirmarse y ubicarse dentro del propósito de Dios para sus vidas. Desde esa plataforma se puede sugerir que en el pentecostalismo existe la perspectiva de una antropología redimida, donde Dios logra consumar su plan redentor integralmente. Una vida transformada por Cristo cambia por completa al individuo y su mundo.

​Según apunta Darío López, una lectura pneumática a Lucas 4:18 hace que el intérprete identifique responsablemente las marcas del evangelio—defender al débil, la viuda, el huérfano y el extranjero (López, 2012, 125-37). En el manifiesto de Galilea, el Señor Jesucristo estableció claramente que su interés primario en el cumplimiento de su misión era proteger al pobre, al necesitado, al destituido y, redimir al pecador (Lucas 4:18). No hay duda entonces que el evangelio también está orientado hacia la transformación social de la persona y su universo y esto sólo será posible cuando los creyentes se encarnen en esta realidad. 

​Entonces, aquellos que interpretan al texto bíblico tendrán que observar este interés especial de Dios y comunicar debidamente el mensaje a la comunidad de fe. Cuando la iglesia pierde de vista las marcas del evangelio se vuelve inefectiva y sin fruto, tornándose en seguida en una institución religiosa rígida y sin vida espiritual. Esta fue precisamente la condición espiritual que aparentemente prevalecía al final del siglo XIX y a principio del siglo XX, antes que comenzara a levantarse el movimiento Pentecostal (Wilson, 1999, 85-115). Al parecer, en aquel tiempo, la rigidez institucional había vuelto a la iglesia insensible a las necesidades humanas y bastante indolente hacia los valores espirituales enseñados en el evangelio. 

​Así que, es muy probable que el movimiento pentecostal haya surgido como una forma nueva de protestar contra ese marco religioso rígido que prevalecía en las iglesias, así lo presentan algunos historiadores del pentecostalismo, como Augustus Cerillo, por ejemplo (Cerillo, 1999, 299-60). Cerillo encontró que, desde su comienzo, el pentecostalismo se encarna entre los pobres y se sale de las normas religiosas establecidas en aquel tiempo. Esto último nos permite pensar que el nuevo movimiento tuvo la certeza de habilitar a todos los santos para el ministerio y de esa manera orientarlos a profundizar aún más en los valores y disciplinas contenidos en la Escritura. Obviamente, esta nueva lectura a la Palabra dio origen a una hermenéutica práctica cuyo interés primario era obedecer a la misión queCristo había encomendado a la iglesia. 

​Por otro lado, el rechazo natural de las iglesias evangélicas tradicionales al nuevo movimiento no sólo generó persecución contra el pentecostalismo, sino que los pentecostales mismos se agruparon en comunidades espirituales de crecimiento, creando una fuerza expansiva que eventualmente cubrió a todo el mundo. Por muchos años el movimiento fue desarrollando una estructura doctrinal y teológica que le ha permitido una actividad no solamente apologética, sino que también académica. Al ubicarsedentro del contexto espiritual del Siglo XX y al convertirse en el brazo más fuerte y creciente del cristianismo contemporáneo, los teólogos pentecostales han realizado un trabajo extraordinario al darle forma a una doctrina que ha estrado en diversos campos de la teología.

Una lectura pneutica a Lucas 4:18 

Una lectura pneumática a Lucas 4:18, hace que el intérprete identifique las marcas del evangelio—defender al débil, la viuda, el huérfano y el extranjero. Como hemos apuntado, el Señor Jesucristo estableció claramente que su interés primario en el cumplimiento de su misión era proteger al pobre, al necesitado, al destituido y, redimir al pecador. No hay duda entonces que el evangelio está orientado hacia la transformación del hombre y su universo y que esto solo será posible cuando los creyentes se encarnen en esa realidad. Entonces, aquellos que interpretan el texto bíblico tendrán que observar este interés especial de Dios y comunicar debidamente el mensaje a la comunidad de fe. Cuando la iglesia pierde de vista las marcas del evangelio se vuelve inefectiva y sin fruto, tornándose en seguida en una institución religiosa rígida y sin vida espiritual. 

Esta fue precisamente la condición que prevalecía al final del siglo XIX y a principio del siglo XX, cuando comenzó el movimiento pentecostal. En aquel tiempo, la rigidez institucional había vuelto a la iglesia insensible a las necesidades humanas y ciega hacia los valores espirituales. El movimiento pentecostal surgió como una forma nueva de protestar contra ese marco religioso, se encarna entre los pobres y se sale de las normas religiosas establecidas en aquel tiempo. El nuevo movimiento habilitó a todos los santos para el ministerio y se dedicó a profundizar aun más en los valores y disciplinas contenidas en la Palabra. Obviamente, esto dio origen a una hermenéutica práctica cuyo interés primario era obedecer a la misión de Cristo dada a la iglesia. 

Por otro lado, el rechazo de las iglesias evangélicas tradicionales no solo generó persecución contra el movimiento, sino que los pentecostales mismos se agruparon en comunidades espirituales de crecimiento creando una fuerza expansiva que eventualmente cubrió a todo el mundo. Por muchos años el movimiento fue desarrollando una estructura doctrinal y teológica que le permitió no solo una actividad apologética, sino que también desarrolló una actividad académica que le ubicó dentro del contexto espiritual del Siglo XX como el brazo más fuerte y creciente del cristianismo contemporáneo. 

La Redención de la Creación

Quizás uno de los elementos más notables en la teología pentecostal es la esperanza de una redención integral basada en el necesario retorno del Señor Jesucristo, quien vendrá a reordenar la creación misma, donde el hombre y su universo coexistirán en un estado de perfección. Mientras tanto, esa esperanza hoy es vista como un proyecto, el cual está proceso de realización. Dios está trabajando entre los creyentes un nuevo mundo y un nuevo orden social, que comenzó entre las comunidades más pobres entre los pobres, que eventualmente se ha expandido para abarcar a todos aquellos que confiesan a Jesucristo como Señor y Salvador. 

Dentro de ese mundo en transformación están la redención de la creación y la práctica de la justicia y la paz en las relaciones humanas. No puede existir total redención mientras tales elementos no hayan sido transformados por el evangelio y,no se puede entender el mensaje de la Palabra viva de Dios, a menos que esta se encarne en las necesidades más elementales de la vida de humana y su universo (Agenor, 2009, 107). Por ejemplo, una de las dificultades más notables en la vida contemporánea ha sido el conflicto Norte-Sur donde la diferencia entre los ricos y los pobres ha sido prácticamente irreconciliable debido a la injusta distribución de la riqueza y a la corrupción política y administrativa que se ha dado en los países del sur global. La iglesia pentecostal ha provocado un cambio de actitud y de mente desde las comunidades más pobres y ha creado esperanza con el evangelio entre las masas empobrecidas del mundo. Este paso conduce eventualmente a la toma de conciencia sobre la responsabilidad cristiana hacia la creación y hacia la proclamación de la paz entre los pueblos(Waldrop, 2014, 225-33). Una actividad hermenéutica que toma en cuenta tales elementos permite que la interpretación del texto y su aplicación práctica sean integrales y estimula el desarrollo de una comunidad de fe que vive en armonía con el Espíritu y la Palabra (Sjørup, 2002, 16-25). 

EL METODO DE INTERPRETACION PNEUMATICO

Esta discusión se centrará sobre la forma en que los pentecostales interpretan el texto bíblico. La discusión girará, además, en torno al método utilizado por estos para interpretar las Sagradas Escrituras. Acá es importante apuntar que los pentecostales tienen una percepción muy única de la naturaleza y la función de las Sagradas Escrituras. De igual manera, estos encaran al texto bíblico dependiendo de la revelación (iluminación) del Espíritu Santo. A continuación, veamos algunas de las características más relevantes y muy típicas de la metodología pentecostal para la interpretación del texto bíblico. 

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1. Un Método Eminentemente Pneumático

Este método de interpretación es esencialmente pneumático o carismático. Esto equivale a afirmar, que, por lo general, el intérprete depende de la iluminación del Espíritu Santo para llegar a una comprensión plena del significado del texto. Dentro de los círculos pentecostales se manejan dos conceptos claramente definidos que tienen que ver con la revelación divina del texto. Una es la definición de logos, la cual representa la Palabra, así como fue recibida y documentada por el autor bíblico. En tal orden, cuando el lector hace contacto con la Escritura, primero se enfrenta con el logos—el texto tal y como fue escrito y registrado en la Biblia. Ahora bien, cuando el lector hace contacto con alguna palabra en especial, la cual le revela algo en particular para una situación específica, tal experiencia es conocida como rhema (McLean, 1984, 36). El rhema entonces tiene que ver con la revelación individual y la comunicación particular que el Espíritu Santo desea establecer con el lector. 

El método pneumático es integral y se consuma cuando la experiencia del intérprete es confrontada con:

  1. la revelación del Espíritu Santo,
  2. la verdad de la Palabra de Dios y
  3. el testimonio de la comunidad de fe (Archer, 2004, 301-14).

Estos tres elementos conforman la legitimidad de esta hermenéutica (Cartledge, 2008, 130-42). En el método pneumático se integran la actividad divina y la humana. Por ejemplo, toda profecía, revelación o exhortación para ser aceptada o confirmada debe pasar por este proceso de examen, el cual ineludiblemente legitimiza o invalida la proposición ofrecida. Así que cuando estos elementos, la Palabra, el Espíritu y la comunidad de fe se integran, no hay lugar a equivocación o error. En una comunidad de gran crecimiento como la pentecostal este elemento es crucial; no hay lugar para equivocarse, ni debe existir error en la interpretación. De todo ello depende la legitimidad de la interpretación del texto, la cual afecta directamente la vida de la congregación. 

2. La Revelación Divina del Texto

El texto bíblico contiene la Palabra de Dios y la acción humana, ambas en perfecta armonía. Así como en la persona de Jesucristo ambas naturalezas la divina y la humana coexisten en perfecta armonía, en la Palabra también coexisten en perfecto balance ambas naturalezas. Dios usa todo lo relacionado al contexto humano para revelar su personalidad y su voluntad divina a los hombres. Por supuesto, el contexto humano revela lo visible, lo tangible y lo humanamente entendible. Así que, para que Dios revele su voluntad a los hombres es necesario que ocurra la intervención divina, la cual trasciende lo físico; pero, utilizando lo humano y los elementos comunes del contexto natural para revelar enseñanzas de orden divino que crean la fe y la hacen desarrollarse dando como resultado la glorificación de Dios en el plano del presente orden. El método pneumático toma en consideración estos elementos y los implementa dentro del proceso de interpretación del texto, dando lugar a un ejercicio dinámico e integral que genera un consenso maduro entre los creyentes.

Acá es necesario mencionar, también, la relación entre la revelación individual y la comunicación con la comunidad de fe. Es muy común escuchar a los críticos del pentecostalismo que este método pneumático es subjetivo y que está cargado de experiencia humana, la cual es forzada como divina generando un ambiente de caos entre los creyentes. La verdad es que quienes afirman tal cosa desconocen la epistemología del método pneumático. En éste existe una integración sólida entre la verdad de la Palabra de Dios, la revelación fresca del Espíritu Santo y el testimonio de la congregación (1 Corintios 14:27-31). En realidad, el método pneumático promueve y concretiza armonía en la comunidad de fe. Los creyentes son edificados en la fe y salvaguardados del error por el ejercicio de la sabiduría que emerge dentro del consejo de los santos.

El método pneumático establece las bases para la inspiración verbal de la Escritura. Debido que el autor humano fue inspirado divinamente durante todo el proceso de escrituración, el intérprete, por consiguiente, debe someterse a esa misma inspiración espiritual para poder entender el mensaje de la Palabra. Esta posición definitivamente requiere una conexión espiritual entre el autor antiguo de la Escritura y el lector del presente (Arrington, 1994, 101-7). Esto hace necesario que se establezca una conexión espiritual entre el lector actual y el escritor antiguo. El Espíritu Santo mismo sirve como puente entre ambos, para así poder comprender el significado legitimo del texto. Por consiguiente, el intérprete asume con profunda convicción, que la Biblia es el libro del creyente. La conexión espiritual entre el creyente de hoy y el escritor antiguo se realiza por medio de la fe en Jesucristo y la aceptación de la dirección Espíritu Santo; quien a su vez sirve como paracleto en la acción misma de entender el significado de la Palabra (Dalton, 1973, 3-9). Si la Biblia fue inspirada en el contexto de la fe; entonces, esta debe ser interpretada en ese mismo contexto de fe. 

En relación con lo anterior también ha surgido la cuestión sobre si el inconverso puede comprender las Escrituras o no. En un sentido, la respuesta a esta pregunta es afirmativa, pues las herramientas para la exégesis científica están también a la disposición del no creyente. En realidad, las herramientas para la investigación de las Escritura están abiertas y disponibles a toda persona. Afirmar lo contrario sería dar por sentado que la Biblia contiene incoherencias, o que las Escrituras están reservadas única y exclusivamente para los miembros de la comunidad de fe (Arrington, 101-7). Una posición como esta conlleva a creer en una interpretación alegórica de la Biblia, lo cual va en detrimento del significado literal del texto. Por el contrario, el intérprete pneumático afirma que existe un significado mucho más profundo en el texto bíblico y que éste solo puede ser percibido a través de los ojos de la fe. Sobre esto último, el escritor Howard Ervin afirmó que “no es posible penetrar el corazón del mensaje de la Palabra sin la ayuda del Espíritu Santo” (Ervin, 1984, 29). Por su parte, el apóstol Pablo describe la importancia de esta dimensión pneumática para una hermenéutica sana cuando afirma que, “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9).

LA AUTORIDAD DE LA PALABRA

El aprecio por la inspiración verbal de la Palabra de Dios ha generado que el pentecostalismo defienda, con ardor, la autoridad que se encuentra inherente en la Escritura. Aunque los detractores de la fe pentecostal la han acusado de fijarse ‘solo en la experiencia’, la verdad es que, desde el mismo comienzo, el pentecostalismo tuvo la más alta consideración y respeto por la autoridad de la Escritura. Aún, Dale Bruner, quien ha criticado fuertemente al pentecostalismo, admitió que el pentecostalismo abiertamente declara que, si el movimiento no pudiera justificar su existencia en las Escrituras, no tendría razón para existir (Brunner, 1972, 63). Esa preocupación por permanecer saludablemente en la autoridad de la Escritura se encuentra presente en la comunidad de fe y práctica del pentecostalismo en general. 

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Una demostración de esta preocupación se puede observar en una de las anotaciones en el libro de la minutas de la Asamblea General de la Iglesia de Dios en 1912: Cada año ha traído preguntas difíciles y cada pregunta ha sido discutida con el propósito de encontrarle respuestas y soluciones en armonía perfecta con la Escritura. En lo que corresponde a los participantes, todos han mostrado un honesto y sincero deseo por la verdad a la luz de la Palabra. Nosotros nunca hemos forzado a la Escritura a que se ajuste o acomode a nuestra conveniencia, al contrario, siempre hemos cedido a nuestro propio propósito y conveniencia a fin de que todo se someta a la obediencia y armonía de las Escrituras, las cuales estamos obligados a defender (Tomlinson, 1912, 4).

Aquí es importante notar que la supremacía de la autoridad bíblica se extiende desde la iglesia a la vida personal de los creyentes. La Biblia es afirmada como la única norma de autoridad y fe contra la cual toda palabra y experiencia es medida. Ahora bien, aunque esa supremacía de autoridad no es una innovación de los creyentes, ya que esta posición hacia la Escritura encuentra sus raíces en la Reforma, cuyo llamado a afirmar la autoridad de la Escritura sobre la tradición, fue uno de sus enunciados más fuertes. Sin embargo, esa pasión con la que el pentecostalismo se apega a la autoridad de la Escritura, contradice la versión popular de que el pentecostalismo es un movimiento que solamente enfatiza el éxtasis y la experiencia carismática.

Esa insistencia en la autoridad de la Escritura fue un argumento que utilizaron los pentecostales primitivos contra aquellos que se oponían a todo lo que se relacionaba con el credo apostólico. Aquella literatura pentecostal estaba saturada de ataques contra las tradiciones humanas. Tales enunciados eran tan polémicos, que se parecían mucho a los enunciados que se dieron antes del período de la Reforma misma. Aquellos argumentos le daban preeminencia a la Escritura por encima de la tradición eclesiástica del Catolicismo Romano. Con respecto a esto, T. S. Payne expresó, «haced a un lado las enseñanzas hechas por hombres o tradiciones y tomad toda la verdad de Dios. La tradición no puede tener poder o autoridad sobre las cosas sagradas. Por esa razón, los creyentes nos basamos solamente en la Palabra escrita de Dios» (Payne, 1994, 381). 

Es imposible establecer un credo para que un hombre predique y que el Espíritu Santo guíe hacia toda verdad. Si esto fuera verdad o error, no habría diferencia. Si cada artículo fuera tan puro como el oro, rompería la ley de Dios, así como Moisés quebró las tablas de la ley de Dios (Spurling, 1920, 25). 

A medida que el movimiento del Espíritu fue creciendo, esa dureza contra los credos fue menguando y se volvió moderado. Eventualmente, los creyentes reconocieron que, aunque “los credos no son la Escritura”, tampoco estos son solamente un record histórico de las memorias del pasado (Ervin, 1984, 20). Finalmente, los creyentes se dieron cuenta de la importancia del valor de la codificación y el registro escritural de sus creencias con el fin de corregir los excesos heréticos que surgen con frecuencia dentro del movimiento mismo. Sin embargo, ellos continúan manteniendo su fuerte convicción de que los credos y las tradiciones solamente pueden tener cierta autoridad que, en todo caso, se deriva de la autoridad absoluta, la cual se encuentra en las Escrituras. 

Por su parte, aunque los carismáticos también insisten en que ellos comparten el mismo celo por la autoridad de la Escritura y que también abrazan el principio de la Reforma de sola scriptura, la percepción que algunos carismáticos tienen de la obra continua del Espíritu Santo, por lo general, tiende a disminuir dicha insistencia, especialmente en lo que se refiere a la profecía y la glossolalia. Al respecto, Mark McLean apunta que hay una tendencia en los carismáticos a abandonar la autoridad del canon, por la autoridad que les ofrecen las revelaciones frescas del Espíritu Santo (McClean, 1984, 35-6). Mientras que estos defienden la autoridad explicita, dicha autoridad es implícitamente desautorizada por el nuevo énfasis en la ‘palabra fresca’ que los carismáticos ponen sobre la profecía y lo que ellos enseñan como el rhema de la Palabra. El asunto es que aún el rhema o palabra fresca que haya sido revelada debe supeditarse a la autoridad absoluta de la Escritura, o lo que ellos llaman el logos mismo. En otras palabras, nada supersede a la autoridad de la Escritura, ni el rhema mismo el cual debe ser generado por la Escritura misma. Con respecto a esto último, Richard Quebedeaux provee una amplia evidencia sobre la excesiva exaltación de la profecía carismática: «En el movimiento carismático y en el neopentecostalismo, la autoridad espiritual se basa últimamente en la actividad y la enseñanza presente del Espíritu Santo. ‘La revelación fresca’ tiene mucho más poder que la Biblia misma (Quebedeaux, 1972, 118). Esto último entra en conflicto con la verdad esencial, la cual es dada a conocer a la gente solamente por el poder del Espíritu Santo». 

Aunque los pentecostales clásicos y los carismáticos creen que Dios habla hoy de la misma manera que habló a los autores bíblicos, las observaciones de Quebedeaux desafortunadamente distorsionan el significado histórico del movimiento pentecostal y carismático. En realidad, el pentecostalismo no propone abrazar una nueva revelación como el mormonismo, por ejemplo. Al contrario, éste se percibe sí mismo como un movimiento de avivamiento, el cual desafía a la iglesia a revivir las experiencias espirituales de la comunidad de fe tal y como están relatadas en el Nuevo Testamento. 

Con el fin de delinear la distinción entre la autoridad de la Escritura y la profecía, Cecil Robeck ofrece tres elementos que los creyentes fácilmente identifican como mecanismos prácticos (1) Mientras que la revelación de Dios en la Escritura es normativa en todos los asuntos relacionados con la fe y la praxis cristiana, todos los demás elementos que Dios utiliza para guiar a su pueblo, incluyendo el don profecía, están sujetos a la prueba de las normas de la Escritura para legitimizar su validez. (2) Mientras que la Escritura proclama para sí misma una autoridad inherente e independiente, la autoridad de la profecía es determinada por su consistencia con la Palabra. Finalmente (3) Mientras que la Escritura es una autoridad universal con aplicaciones universales, la profecía se refiere a individuos específicos en tiempos y situaciones específicos. Por lo tanto, el énfasis de la profecía se centra en el valor de la exhortación inmediata que ejerce sobre los oyentes (Robeck, 1979, 27-31). La obra reveladora y continua del Espíritu Santo no es vista como un desafío a la autoridad de la Escritura, sino más bien como una aplicación específica del mensaje bíblico, el cual es limitado por dos elementos, la sujeción a la Escritura y la aplicabilidad consistente de la profecía. 

La Infalibilidad de la Palabra

Otro elemento que es crucial en el proceso hermenéutico es el reconocimiento de los creyentes de la inspiración e infalibilidad del canon de la Escritura. Al igual que los evangélicos, los pentecostales han tenido dificultades para definir términos tales como infalibilidad e inerrancia cuando se refieren al texto bíblico. Para aliviar esta dificultad, los intérpretes han tratado de evadir cada uno de los dos excesos más notables. Primero, los pentecostales han rechazado la afirmación liberal de que la Biblia es un documento humano, repleto de errores humanos, que simplemente contiene la Palabra de Dios. Para los pastores esa posición minimiza la autoridad bíblica y limita al intérprete a la tarea de separar lo real de la ficción y la verdad del error. Tal proceso coloca al intérprete con autoridad sobre el texto, en vez de que el texto tenga la autoridad sobre el intérprete. Como resultado, los penteostales han observado a la crítica científica de la Escritura con sospecha. La santidad de un canon inspirado espiritualmente es visto por los intérpretes por encima de todas las facultades humanas. Por lo tanto, la Escritura se convierte en la norma que sirve para evaluar los esfuerzos críticos humanos. En vez de que la crítica científica sea la que evalúe la verdad de la Escritura, los pentecostales ven a la verdad de la Escritura determinando la validez y la relevancia de la crítica. 

Por otro lado, los pastores rechazaron el extremo fundamentalista que ve a la Escritura como un depósito estático de la verdad, al cual el intérprete analiza utilizando sus facultades racionales solamente. Al contrario, los exégetas han sido capaces de examinar las dificultades encontradas en la Escritura sin utilizar el recurso defensivo de la postura asumida por muchos intérpretes fundamentalistas. Definitivamente, los pentecostales afirman la infalibilidad de la Biblia; pero mientras esa infalibilidad es una asunción sobre la cual los pastores fundamentan su hermenéutica; estos también reconocen que no tienen ni la habilidad, ni la responsabilidad de demostrar esa infalibilidad. La Biblia es infalible, porque ha sido inspirada por un Dios infalible. Después de esto no hay otra demostración de infalibilidad que sea necesaria. 

Ahora bien, el fundamentalismo está en lo correcto cuando insiste en la inspiración divina de la Escritura, la inerrancia de la Palabra de Dios y otras verdades Bíblicas incluidas en sus cinco puntos fundamentales—la inerrancia de la Escritura, la divinidad de Cristo, el nacimiento virginal, la doctrina de la expiación vicaria y la resurrección corporal en el tiempo de la segunda venida. Sin embargo, la forma en que el dispensacionalismo presenta estas verdades es más bien el resultado de una posición ideológica y no de una perspectiva bíblica. El dispensacionalismo es rígido y rechaza toda forma de revelación que no sea adherida a sus cinco puntos fundamentales. Además, se opone a toda forma de estudio o aproximación crítica al texto. 

La dificultad mayor de la interpretación fundamentalista es que rechaza el carácter histórico de la revelación bíblica y cierra las puertas para una revelación fresca. De manera que se vuelve incapaz de aceptar la verdad total involucrada en la Encarnación misma. En cuanto a la relación del hombre con Dios, el fundamentalismo evita deliberadamente toda forma de acercamiento entre lo divino y lo humano. Se rehúsa a aceptar que la Palabra inspirada de Dios ha sido expresada en lenguaje humano, y que esa Palabra, bajo la inspiración de Espíritu Santo, ha sido expresada por medio de autores con capacidades y recursos limitados. Esa es la razón por la que el fundamentalismo trata al texto bíblico como si se tratara de un dictado, palabra por palabra, por el Espíritu Santo. Por otro lado, falla en reconocer que la Palabra de Dios ha sido formulada en lenguaje y expresiones condicionadas por varios periodos y contextos históricos. Además, no repara en la formas literarias que se conjugan con las formas humanas de pensamiento involucradas en el texto bíblico. En realidad, muchos eventos y recuentos son el resultado de un proceso que se extiende por periodos de largo tiempo y que involucran las marcas de situaciones históricas y contextos diversos. 

El fundamentalismo hace tanto énfasis en la inerrancia de ciertos detalles en el texto bíblico que se fija específicamente en aquellos que se refieren a eventos históricos o supuestas verdades científicas. Por lo general convierte en histórico a todo material que desde el mismo comienzo no intentaba aparecer como un antecedente histórico. Así que considera como histórico a todo aquello que es narrado con verbos en tiempo pasado, fallando con ello en considerar la posibilidad de encontrar un significado simbólico o figurativo en el texto.

La Continuidad de la Revelación

El fundamento mismo enseña que el Espíritu Santo nunca ha detenido la función reveladora a través de la Palabra, al contrario, es el Espíritu quien le da vida y significado a la Palabra y la hace accesible al entendimiento del intérprete. La Palabra de Dios no es estática, sino viviente y dinámica; y como tal, siempre estará activa expandiéndose y formando parte de una revelación progresiva. Para el estudioso pentecostal la Palabra continuará expandiéndose e integrándose a la realidad humana en conocimiento, sabiduría y poder, virtudes que nunca dejarán de crecer. 

La hermenéutica pneumática parte de una profunda pasión por la Palabra, a la cual se somete porque es amante de la verdad. El poder de la revelación de la verdad contenida en la Palabra se centra en la persona de Cristo Jesús, el Hijo de Dios. En la interpretación pneumática, la Palabra continúa revelando la voluntad de Dios cada día y es responsabilidad del creyente mantener una vida de profunda relación con ella, no solamente como un libro que hay que leer como requerimiento, sino como una fuente de revelación fresca que desarrolla mayor pasión por el reino de Dios y su justicia. 

Desde esta perspectiva, el intérprete pneumático ve al registro o la narrativa histórica del texto como la autoridad final; sin embargo, la Palabra misma impulsa una revelación fresca para cada día, situación o circunstancia. Esa condición genera un sentido práctico de seguridad que le permite confiar su vida y ministerio a Dios. Seguidamente, el intérprete se somete a la dirección del Espíritu Santo para la aplicación práctica y el entendimiento de la verdad contenida en la Escritura. 

La hermenéutica pentecostal contiene elementos de sencillez y practicalidad. La meta del intérprete es hacer la enseñanza del texto accesible a todos los santos. Esa es una de las razones por la que el movimiento mantiene un alto sentido de responsabilidad entre todos los creyentes. Tanto la cátedra como la predicación de los pastores contienen un mensaje profundo de la verdad basado en la Palabra. También contiene una aplicación práctica y sencilla que es capaz de movilizar a todos los santos para la obra del ministerio. 

LA INSPIRACION VERBAL DE LA BIBLIA

El movimiento Pentecostal insiste en que la base para la inspiración verbal de la Biblia se encuentra en la naturaleza misma de Dios. Comunicar es parte de su naturaleza. Él tomó la iniciativa de compartir sobre sí mismo con otros, enviando a su Hijo al mundo y proveyendo el don del Espíritu Santo sus hijos. El deseo de Dios de comunicarse o de revelarse a sí mismo, encuentra su expresión en la documentación escrita de su Palabra. Así como la Encarnación de Jesús y el don del Espíritu Santo revelan a Dios a la humanidad, de la misma manera, el texto bíblico revela Palabra de Dios. El arguento acá es que la Biblia no debe ser vista como un testigo secundario de Dios, sino como la mente y la voz misma de Dios, hablando a través de las edades, utilizando el texto de sus libros (Arrington, 2002, 101-07). La Escritura es el testigo primario de Dios porque contiene el registro escrito de su discurso documentado el texto bíblico, el cual es inspirado por el Espíritu Santo. Además, como testimonio primario, la Escritura es testigo salvífico y un agente santificador. 

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Esta posición en referencia a la Biblia se apoya sobre el hecho de que un encuentro con la Escritura es en realidad un encuentro con el Dios viviente. La dificultad que experimentaron los primeros pentecostales fue entender el papel de los autores humanos en el proceso de la inspiración. Estos reconocían que los escritores bíblicos disfrutaban de una experiencia particular con el Espíritu Santo y que el resultado de esa experiencia era lo que hoy tenemos como el texto bíblico. La dificultad se daba al tratar de comprender la combinación entre la actividad humana y la divina en la producción del texto bíblico (Yong, 2002, 49-59). Este era un problema que acarreaba similares dificultades en la discusión de las naturalezas divina y humana que ocurre en la Encarnación de Cristo. A estos les era muy difícil explicar cómo se combinaban y cooperaban la voluntad humana y la divina en la inspiración de la Escritura. 

Como respuesta a este problema, algunos pentecostales primitivos asumieron que los escritores bíblicos fueron instrumentos pasivos en las manos de Dios. Que estos eran solamente canales a través de los cuales la Palabra de Dios era expresada. Como resultado, estos entendieron a la inspiración como si se tratara de un dictado (Dempster, 1993, 129-35). Eventualmente esta posición fue corregida por los teólogos pentecostales que surgieron al final del siglo XX. Es probable que la idea del ‘dictado’ de parte de aquellos pentecostales primitivos se debió al hecho de que su método de interpretación no incluía o no le daba importancia al contexto histórico en el que el texto se produjo. Aparentemente no tomaban en cuenta la actividad humana en el proceso de la revelación de Dios. Al parecer, los enunciados bíblicos fueron entendidos como valores o principios generales, pero sin apreciar el contexto histórico en que se daban. Por supuesto, ese punto de vista sobre la inspiración fue corregido satisfactoriamente y ampliamente explicado a través de los años. Así que el crítico bíblico que se basa en estas posiciones históricas ya superadas por el pentecostalismo para denigrar a la enseñanza de la inspiración verbal de la Biblia ha fallado al no estudiar la formulación escritural y teológica de esa enseñanza correctamente. 

Contrario a esa posición, el pentecostalismo clásico enseña que en la formación del texto bíblico hay una cooperación total entre la naturaleza divina y la humana durante el proceso de registro de la Escritura. Como resultado, la Biblia es igualmente la Palabra de Dios y la palabra del hombre. Para ser más preciso, la Biblia es totalmente divina y totalmente humana, así como Jesucristo, desde el momento de la Encarnación, es totalmente divino y totalmente humano (Arrington, 102). Además, si en Cristo ambas naturalezas son indivisibles, de igual manera, en la Escritura, ambas naturalezas son igualmente indivisibles. 

Ahora bien, la dinámica de esa cooperación entre ambas naturalezas sigue siendo un profundo ministerio. Con respecto a este misterio, George Florovsky escribió: 

Las Escrituras son inspiradas y, por ello, son la Palabra de Dios. En cuanto, a la inspiración, es muy dificultoso definirla apropiadamente. Una definición de la inspiración es muy difícil proveerla pues hay un elemento de misterio contenido en ella. Es el misterio del encuentro entre lo divino y lo humano. Por lo tanto, es muy difícil entender cómo es que esos hombres recibieron la Palabra de Dios y cómo es que la pudieron articular en sus propias palabras y en su propio idioma. Con todo ello, esa transmisión humana también era la Palabra de Dios.

(Florovsky, 1972, 77)

La proclamación de la Biblia como un documento humano, de ninguna manera minimiza la realidad de su inspiración divina. ‘Toda’ Escritura es inspirada por Dios y ‘toda’ Escritura fue escrita por hombres. La Biblia es enteramente la Palabra de Dios, y al mismo tiempo, contiene enteramente palabras de hombres. Estos dos elementos no pueden ser separados ya que ambos son parte de la totalidad de la Escritura; tratar de separarlos sólo serviría para destruir el propósito mismo de la Biblia (Arrington, 104). En virtud de lo anterior, el elemento divino en la Palabra tampoco puede ser separado del humano, porque Dios ha decidido irrumpir, de esa manera, en la historia humana. La historia humana se convierte entonces en el vehículo que Dios ha escogido para revelarse a sí mismo; por lo que sería incorrecto tratar de descubrir la Palabra de Dios en las Escrituras separándolas del elemento humano presente en ellas. 

La enseñanza de la inspiración verbal de la Biblia ha sido atacada por teólogos que desconocen el proceso de formación de esta doctrina. Al parecer algunos se basan en la crítica del texto, la cual, vista desde una perspectiva pentecostal más bien confirma a la enseñanza misma porque esta reconoce la participación humana en su contexto para documentar la Escritura Sagrada, donde participan ambos Dios y el autor humano. Está claro que Dios no dictó el texto bíblico a personas que actuaron como robots documentando lo que Dios les dictaba. Todo lo contrario, lo maravilloso de la Escritura es la unidad completa entre las naturaleza divina con la humana para registrar el texto que contiene la Palabra de Dios en palabras humanas.

Los escritores bíblicos fueron individuos normales, sujetos a las mismas limitaciones de todas las personas. A estos Dios utilizó para documentar la revelación divina por medio de la documentación del texto escrito. Si el texto fue escrito en piedra o en papiro, eso no es lo más importante. Lo que hace valioso al texto es su permanencia y continuidad a través de la generaciones, con la misma inspiración desde el principio hasta hoy. Y lo más maravilloso es que esa Escritura ha sido preservada a través de las edades y hoy continúa revelando a Dios y su amor por la humanidad en todos los idiomas donde la Biblia ha sido traducida. He ahí la intervención divina y la actividad humana en la producción del texto sagrado. He ahí la inspiración verbal de la Escritura.

LA HERMENEUTICA PENTECOSTAL

Acá examinaremos los fundamentos que le dan forma a la hermenéutica pentecostal, la cual también es conocida como pneumática. La discusión se concentrará sobre las predisposiciones y presuposiciones que el intérprete pneumático acarrea cuando asume la tarea de interpretar el texto bíblico. Lo que mencionamos ofrece algunas variables independientes que deberán ser consideradas por el lector para poder estar de acuerdo en la discusión.

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Entonces procedamos a debatir sobre algunas variables que intervienen en este estudio.

Es indudable que el movimiento del Espíritu Santo, a la pentecostal, ya ha permeado a la cristiandad entera. Lo cual equivale a decir que:

1) La experiencia carismática ha dejado de ser un fenómeno que ocurre solamente entre los pentecostales pues se ha expandido de tal modo que ya ocurre también en los otros movimientos cristianos. Por tal razón se podría concluir que la experiencia pentecostal es un fenómeno que ha llegado a ser parte de todo el cristianismo, en todas las regiones y confesiones de fe en nuestro mundo.

2) Por otro lado, esa expansión a todos los demás movimientos cristianos trae consigo una diversidad ineludible; es decir, cada cristiano que ha vivido la experiencia pentecostal ya tiene su propio trasfondo teológico y eclesial. Eso hace necesario el establecimiento de fundamentos teológicos y un método de interpretación adecuado que sirvan como marco conceptual a las diversas corrientes que forman parte del movimiento del Espíritu. Entre todos los movimientos carismáticos, el Pentecostalismo Clásico es el que posee una metodología teológica y hermenéutica adecuadas, dentro un marco eclesiológico sólido.

La primera pieza a observar, para examinar tales presuposiciones es el origen histórico de donde emerge el movimiento. La cuna de dónde surgió el Pentecostalismo Clásico fue primordialmente wesleyana e influenciada por el movimiento evangélico de santidad de aquella época. Ese era el marco teológico y eclesiológico que prevalecía en Norteamérica cuando dio inicio el Pentecostalismo Clásico. Tanto para Juan Wesley como para todos aquellos que llegaron a ser parte del movimiento de santidad, un verdadero cristiano estaría siempre marcado por dos cualidades inseparables—la santidad y la felicidad (Inge, 2002, 102-42).

Dentro del contexto wesleyano, la santidad no es un estado que se logra por medio de la ausencia de pecado, sino por la consagración a Dios de todo corazón. El creyente alcanza esa condición de santidad cuando hace a un lado las afecciones y los intereses personales y decide someterse a la absoluta voluntad de Dios. Esta condición es la que genera el estado de ‘perfecto amor’ (Caswell y Bratton, 2014, 125). Para la escuela wesleyana, por lo tanto, una persona cuya norma de vida es la santidad, vive en amor y ha alcanzado la felicidad al perseverar en la voluntad de Dios. Esta es una obra de gracia provista por la voluntad soberana del Espíritu Santo, la cual más tarde se convertiría en el fundamento teológico para la subsecuente llenura o bautismo con el Espíritu Santo, según lo enseña el Pentecostalismo Clásico. Luego entonces, ese énfasis en la santificación se convirtió más tarde en el distintivo principal del movimiento wesleyano, que serviría como fundamento para la ‘experiencia pentecostal’ que ocurriría años después. 

Ese trasfondo que también se ha conocido como metodista-wesleyano afectó a gran parte del pentecostalismo clásico y por ende su teología y su hermenéutica. Los enunciados éticos del pentecostalismo proponen una santidad que no es necesariamente ascética, sin embargo, enfatizan que para permanecer en el estado de santidad el creyente debe someter el corazón y la carne a la voluntad del Espíritu Santo en forma total. Esa condición de vida transforma al cristiano por completo, en una persona feliz y más productiva. Por consiguiente, esa condición de santidad genera un estado de amor, el cual impele al creyente a convertirse en un evangelista activo, apasionado por el amor de Dios (Owen, 1998, xv). Todo este debate ocurrió al final del siglo XIX y sirvió como base para que los primeros pentecostales justificaran su experiencia y la definieran como la ‘tercera obra de gracia’ del Espíritu Santo, en la vida del creyente. 

Los pentecostales clásicos, afirman que el bautismo con el Espíritu Santo ocurre subsecuentemente a la limpieza de corazón. Esto último fue lo que originó la doctrina de la ‘subsecuencia’ (Chan, 2000, 85), a la cual más tarde le añadirían la doctrina de la ‘evidencia inicial’ (Macchia, 1998, 149-73). Esta se origina con la explicación teológica de la glosolalia, que en Topeka, Kansas, fue identificada como la evidencia inicial del bautismo con el Espíritu Santo McGee, 2008, 15). Todo este marco histórico es importante en la formación académica de la hermenéutica y el método de interpretación pneumatológicos. 

Las tendencias hermenéuticas y la teología de Wesley en el siglo XVIII son decisivas para el estudio y entendimiento de la hermenéutica pneumática. Con respecto a este asunto, Wayne McCown fue capaz de identificar cuatro principios que fueron determinantes en el marco teológico de Juan Wesley: (1) El método de predicación de Wesley incluida la lectura de pasajes largos y enteros de la Escritura. Wesley mismo se convirtió en una Biblia viviente pues había memorizado trozos completos de la Biblia. Su pensamiento, lenguaje y expresión se mezclaban con el léxico bíblico. La forma en que Wesley se refería a la Escritura demostraba su pasión por el texto, de tal manera que su discurso mismo fue transformado por el poder de la Palabra. (2) Para Wesley el estudio de la Palabra no era meramente un ejercicio académico sino una experiencia devocional fortalecida por el poder de la oración. (3) Wesley creía que la Biblia era la fuente primaria que le daba autoridad a la doctrina que enseñaba y esta era la que nutría sus escritos y su predicación. (4) Finalmente, Wesley consideraba que la aplicación práctica del mensaje de la Palabra era una conclusión necesaria en la tarea hermenéutica (McCown y Massey, eds., 1982, 3-6). Así que, para Wesley, el propósito del estudio de la Palabra era entender la voluntad de Dios y luego actuar sobre la base de ese entendimiento. Esa fuerte afirmación de la autoridad bíblica para la formulación doctrinal y la respuesta recibida por la aplicación práctica de esta sirvió como el fundamento sobre el cual los creyentes basaran su pensamiento más tarde. 

El Movimiento de Santidad también ejerció una influencia decisiva sobre la hermenéutica y la teología del Espíritu. Las enseñanzas de la santidad del siglo XIX, que también había establecido su teología sobre el pensamiento de Wesley, formuló un patrón de pensamiento y agenda teológica que más tarde sería debidamente elaborada por teólogos del movimiento del Espíritu. Richard Dalton reconoció ese proceso: El reconocimiento manifestado por autores reconocidos del siglo XIX, sobre la verdad del bautismo del Espíritu Santo subsecuente a la regeneración contribuye más a la aceptación de las enseñanzas pentecostales, que a la aceptación de las enseñanzas mismas que éstos trataban de implementar al comienzo del siglo XX. Dwight L. Moody, R. A. Torrey, A. J. Gordon, Andrew Murray, James Elder Cumming y C. R. Vaughan, todos ellos escribiendo antes del año 1900 también coincidieron en sus posiciones doctrinales en relación con la experiencia espiritual, conocida como el bautismo con el Espíritu Santo subsecuente a la regeneración. Todos ellos se refirieron a la experiencia como decisiva y estuvieron de acuerdo en que su propósito era infundir poder en el creyente para el servicio cristiano (Dalton, 1973, 3-9).

Obviamente estos autores vieron que la oportunidad había sido brindada a cada creyente para participar de una experiencia espiritual especial que toma lugar después de la regeneración. Aunque dos de esos predicadores de la santidad, Torrey y Murray, más tarde escribieron que el hablar en lenguas no era la evidencia inicial física después de la de la regeneración, sin embargo, proveyeron el terreno sobre el cual se fundamentó y desarrolló la teología pentecostal del bautismo con el Espíritu Santo subsecuente a la regeneración (Dalton, 1978, 8). Tales enseñanzas sirvieron de base para que posteriormente se iniciara el sistema de interpretación pneumática. 

(Continuará la próxima semana)

TEOLOGIA DEL EVANGELIO COMPLETO

La teología Pentecostal integra en su naturaleza académica a la narrativa del evangelio, tal y como ha sido registrado en el texto bíblico y, como lo ha practicado la iglesia históricamente.

Es una descripción integral que describe la obra redentora de Jesucristo, a esta se le conoce en el movimiento pentecostal como ‘evangelio completo’. Otros lo han descrito que como el ‘evangelio quíntuple’. El ‘evangelio completo’ es una articulación doxológica relacional de la obra redentora de Cristo Jesús.  El es el Mesías Salvador (Liberador), Santificador, Bautizador espiritual, Sanador y el Rey que viene a tomar todos los reinos de este mundo bajo su poder, dominio y autoridad. 

La actividad soteriológica de Cristo se manifiesta a través de una obra quíntuple que puede ser descrita de esta manera. 

Cristo Salva. En la narrativa del evangelio está escrito que “En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en quien podamos ser salvos» (Hechos 4:12).  De esa manera, Cristo es el medio a través del cual la humanidad puede obtener la salvación. A través del sacrificio expiatorio de su Hijo, Dios proveyó el medio perfecto para la redención. Así que Cristo Jesús es la única persona que puede redimir a todos los que creen en él y le reciben por medio de la fe. Es por esa razón que los creyentes afirman que Cristo es el único y suficiente salvador para los que le reciben.

En segundo lugar, Cristo Santifica. Es por el poder transformador de la Palabra, el poder limpiador de la Sangre de Jesús vertida en la cruz y por el poder purificador del Espíritu Santo que la santificación ocurre en los creyentes. Es un proceso continuo mediante el cual Dios transforma las imperfecciones humanas y las encamina hacia la meta de llegar a ser como Cristo. En la santificación nuestros pensamientos, al igual que nuestras emociones y sentimientos reflejan el carácter de Cristo y esta nos motiva a continuar en obediencia a los mandamientos del Señor.

Además, Cristo Bautiza con el Espíritu Santo. Bautizar significa que somos llenos del Espíritu Santo y su poder. De esa experiencia nos levantamos capacitados para iniciar una nueva vida dedicada a Cristo. Es así como los creyentes dejan la vida vieja y comienzan una nueva, con abundancia de vida, gozo y gratitud. Luego estos también se unen al pueblo redimido de manera pública y proclaman así las buenas nuevas del evangelio. 

En cuarto lugar, Cristo sana. Fue en la cruz que Cristo murió por los pecadores, no solo para salvarlos espiritualmente, sino que para sanarlos de todas sus dolencias. En realidad la sanidad de Cristo es integral. Esta trasciende el estado físico de enfermedad para transformar a la sociedad misma de todos sus males y defectos. El profeta Isaías dice: Herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestras iniquidades; y por sus heridas fuimos nosotros sanados. ¡Cristo no cambia y hoy todavía sana!

Quinto, Cristo Viene. Antes de su ascensión, El Señor Jesucristo, comisionó a sus discípulos a llevar las buenas nuevas a todo pueblo, lengua, raza y nación. La misión es enseñar a otros el camino, la verdad, y la vida, hasta que regrese otra vez, en forma personal y visible. Al ascender Jesús al cielo, dos ángeles aparecieron–y dijeron a los discípulos:  Varones galileos ¿Por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado al cielo, volverá de la misma manera que lo han visto irse. 

Además, el inminente retorno de Cristo prepara a los creyentes para la adoración universal del Mesías que viene a reinar. La actividad doxológica del pueblo de Dios se revela en la manifestación de la gloria de Dios en la vida y las acciones de todos los santos.  

La actividad Trinitaria en el Evangelio Completo o Quíntuple

Como ya hemos apuntado antes, los principios de la teología pentecostal emergen de Dios mismo, quien en su condición Trinitaria, se revela a la humanidad como Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Padre envía al hijo. El Hijo se encarna en la humanidad y la redime. Luego el Hijo envía al Espíritu Santo para que sea su vicario en el mundo. El Espíritu Santo revela el evangelio a la humanidad, conecta a los pecadores con Dios por medio del sacrificio redentor de Jesús. Seguidamente los convierte en discípulos de Jesús, los llena de su plenitud y los capacita con dones que representan señales del reino de Dios revelado a los hombres.

También hemos visto que pentecostés es la fiesta del Dios Padre con sus hijos. Pentecostés representa la celebración del sacrificio y la redención del Hijo de Dios. Además, manifiesta la naturaleza y la realidad del reino de Dios a través de la vida de sus hijos. De esta manera pentecostés es más que un evento, es una representación del evento eterno donde Dios establece su reino entre todos los pueblos, tribus, naciones y lenguas de este mundo. El trabajo del Espíritu Santo es preparar y organizar detalladamente todos los elementos y las personas que participarán en el evento pentecostal más grande de todos los tiempos. Dentro de este contexto de pentecostalización de la creación, Dios tiene a un pueblo trabajando hacia esa meta doxológica que marca el establecimiento de su reino en este mundo. 

Lo expresado anteriormente nos lleva a elaborar algunos argumentos que confirman la validez de una teología pentecostal sólida.

La teología pentecostal da testimonio de los distintivos esenciales de la fe cristiana.

  • Es una disciplina académica que opera sobre las preocupaciones que ocupan a la agenda teológica pentecostal.
  • La teología pentecostal posee un método teológico que pueda dialogar con otras tradiciones.
  • El pentecostalismo posee un lenguaje y vocabulario teológico capaz de dialogar con el pentecostalismo global.
  • La teología pentecostal es capaz de comunicarse con otras confesiones  y marcos teológicos.
  • La teología pentecostal puede dialogar ecuménicamente y sabe mantener su distintivo en ese terreno.
  • Los pentecostales tienen un tema central para la reflexión teológica.
  • El pentecostalismo se conduce muy bien con las preocupaciones sociales
  • La teología pentecostal también puede hablar con autoridad al público.

La teología pentecostal es constructiva y estudia con claridad, las enseñanzas y prácticas que emergen y se manifiestan en el movimiento. El evangelio completo es su narrativa y terreno de acción. El entusiasmo y la eficacia de sus miembros genera una movilización que continúa extendiéndose local y globalmente. 

(Continuará la próxima semana).

EL PAPEL DE LA NARRATIVA EN LA TEOLOGIA PENTECOSTAL

Como hemos visto, la narrativa pentecostal del evangelio incluye la espiritualidad, las experiencias, los afectos y las prácticas concretas de la comunidad cristiana. La base descriptiva de la teología pentecostal la encontramos en el evangelio de Lucas y en los Hechos de los Apóstoles, del mismo autor. Para los teólogos pentecostales, Lucas no sólo describió o narró eventos sobrenaturales, en realidad escribió teología. Este tuvo la habilidad de observar, clasificar y analizar, eventos y situaciones que servirían como fundamento para el marco teológico del nuevo movimiento del Espíritu. 

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El movimiento del Espíritu ha permanecido vivo a través de los siglos. Contrario a lo que enseñan los teólogos cesecionistas, la actividad pentecostal de la iglesia nunca cesó. Los cesecionistas basan su posición en la teoría de las dispensaciones, argumentando que los eventos que ocurren en una período dispensacional no vuelven a ocurrir en otra. Esta posición es desarticulada con algunas referencias bíblicas que ocurren tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el libro de Joel 2:28-29 leemos, Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones; y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”. Obviamente, estos acontecimientos pentecostales son anunciados como eventos que ocurrirían trans-dispensacionalmente. Por esa razón los pentecostales abandonaron las teorías dispensacionalistas y procedieron a centrar su atención en la vida nueva generada por el Espíritu de Dios para todos los creyentes en Cristo Jesús.

Sin embargo, temprano en el siglo XX hubo resistencia entre los historiadores a registrar esos eventos del pentecostalismo histórico. En casi todos los volúmenes de la historia de la iglesia, antes que el pentecostalismo creciera, los escritores cristianos omitieron la actividad pentecostal del Espíritu, especialmente aquella que se dio temprano en el siglo XX. La información histórica que encontramos hoy fue documentada por los historiadores pentecostales mismos, quienes estudiaron y reconstruyeron cuidadosamente los datos históricos que habían sido ignorados al principio de siglo. El anti pentecostalismo de los escritores reformados y evangélicos trató de neutralizar, esconder o minimizar la actividad claramente manifiesta del Espíritu a través de la historia de la iglesia. No obstante, ante esa deliberada oposición, el Espíritu Santo levantó un movimiento dinámico y fuerte, especialmente entre las personas marginadas y vulnerables y lo extendió por todo el mundo. Fue así como la narrativa de Lucas se extendió a través de los siglos y se ha incrementado abrumadoramente en los últimos días. Según el argumento escatológico pentecostal esta es una fuerte señal del inminente retorno del Señor. 

En la Teología Pentecostal también encontramos una invitación al altar, y como ya hemos visto, el altar es una invitación al Evangelio Completo, y este Evangelio es una invitación a Pentecostés. El estudio y la práctica del evangelio completo nos ofrece una plantilla para interpretar a la humanidad y su mundo. Como hemos visto, la teología pentecostal nos conduce a encontrarnos con el Redentor que también transforma a la cultura, protege al medio ambiente, la creación y crea una sociedad justa donde prevalece el amor, la justicia y la paz. Es así como Pentecostés nos invita a una comunidad llena del Espíritu.

Desde el punto de vista de esta teología, los creyentes son llenos del Espíritu Santo y equipados con habilidades carismáticas para transformar a la humanidad integralmente. Una vez que las personas son redimidas y se incorporan a la comunidad de creyentes, estos son santificados y habilitados para recibir la llenura del Espíritu Santo. El Espíritu opera en la naturaleza humana, transformándola y habilitándola para ser parte del ministerio de todos los santos. Es un estado de fe que ocasiona gozo y motivación para expandir el evangelio a toda creatura, en todo lugar. En el ejercicio de ese ministerio ocurren maravillas, señales, prodigios y milagros que evidencian la presencia y la confirmación de Dios en la vida y las acciones de los fieles.

(Continuará la próxima semana)

LA FIESTA DE PENTECOSTÉS

La articulación de una teología pentecostal, llega hasta el corazón de la fiesta de Pentecostés.  Esto nos indica que para entender al pentecostalismo hay que estudiarlo como movimiento y desde adentro, sin inhibiciones ni prejuicios. De lo contrario, el estudiante se frustrará pues tendrá que evaluar al movimiento basado en marcos teológicos extraños al pentecostalismo. Nada más erróneo que intentar evaluar a una teología sin conocerla.

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Los desafíos de estudiar a la figura de pentecostés como símbolo de la teología son múltiples. 

  • ¿Cómo es que funciona este evento histórico de manera que podamos utilizarlo como símbolo teológico? 
  • ¿Cómo emplea la teología pentecostal a pentecostés sin el riesgo de ser acusado de reduccionismo teológico o primitivismo histórico? 

En otras palabras, ¿cómo nos movemos de pentecostés a pentecostal y viceversa? La respuestas a estas preguntas requieren que pentecostés sea visto como el símbolo teológico de la teología pentecostal.  Veámoslo desde tres puntos claves que surgen en la discusión: 

  1. Primero, formulando una posición teológica genuina enfocada en la fiesta de pentecostés.  Acá la tarea inicial es desarrollar y articular las fuentes bíblicas que informan a la teología desde el día de pentecostés hasta hoy y, mostrar cómo es que esas fuentes se pueden utilizar de manera consistente en la implementación práctica de la fe. Acá estamos hablando de una teología que cobra vida en el campo de la práctica. Esta no se queda solamente en el nivel del razonamiento abstracto que es difícil de entender y explicar. Al contrario, a través del símbolo de pentecostés el creyente enriquece su fe y conocimiento de doctrinas practicables en la vida diaria, en la comunidad. 
  2. Segundo, el marco narrativo teológico del día de Pentecostés captura las convicciones teológicas del movimiento. En este marco está comprendida la historia de la redención dentro del plan de Dios para la humanidad. A la fiesta de pentecostés las personas venían al altar a encontrarse con el Dios redentor, quien eventualmente se encarna en la persona de Cristo y este se convierte en el sacrificio del pueblo para satisfacer los requerimientos de la salvación. Desde el punto de vista de esta narrativa se puede identificar claramente al ‘evangelio completo’.  
  3. Tercero, el principio del ‘evangelio completo’ analiza cómo es que la narrativa de Lucas se basa en la espiritualidad, la experiencia, los afectos y las prácticas concretas de una adoración y servicio total a Dios. Como hemos visto, esto concluye con el llamado al altar. La respuesta de los creyentes al llamado al atar es lo que identificamos como el momento en que la fe se vuelve tangible en la comunidad de fe. 

La fiesta de pentecostés se muda de una condición simbólica a una transformación práctica. Esto último también revela el momento en el que Dios se encarna en la persona de Jesús. El Dios eterno vuelve tangible y real para la humanidad. Pero en su condición de hombre el Hijo se presenta asequible, vulnerable y humilde. El toma una posición de siervo y eventualmente de sacrificio. La fiesta de pentecostés alcanzaba su clímax en el altar del sacrificio. Era ahí donde el Padre completaba su obra redentora. En realidad hay una conexión muy estrecha entre el símbolo de pentecostés y el evento real del Gólgota. Este y otros simbolismos pentecostales fortalecen la fe y establecen el fundamento de una teología pentecostal del camino.

(Continuará la próxima semana)

LA METAFORA DEL ALTAR

La metáfora del altar en la teología pentecostal nos invita a la presencia de Dios. Según la descripción sacerdotal de Jesús en Hebreos 4, la Palabra nos dice. “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (v. 16). En ese lugar conocido como el trono de la gracia es donde los hijos de Dios se acercan a la presencia misma de Dios. En ese lugar ocurre una vivencia humana y divina única y especial, por que es ahí donde el hombre se conecta con Dios. Es por esa razón que los pentecostales se refieren a este fenómeno como el altar del Señor. A través de esa experiencia, una vez más, la fiesta de pentecostés se vuelve realidad en medio del pueblo de Dios.

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En el pentecostalismo, el altar es entendido metafóricamente. El altar nos muestra cómo la historia es capaz de pasar del día de pentecostés (como evento histórico) a Pentecostés (como símbolo teológico) y, de este al pentecostalismo (como un movimiento cristiano) y viceversa. En realidad, la teología pentecostal nos invita al altar, y el altar nos invita a vivir el evangelio completo, y el evangelio completo nos invita a la fiesta de Pentecostés. Todo esto ocurre en el altar. En el altar somos salvos, somos santificados y llenos del Espíritu Santo. En el altar somos sanados y en el altar somos comisionados para anunciar las buenas nuevas de salvación y, de esa manera, allanamos el camino para el retorno del Mesías.

En la vida prática, el altar es el lugar donde toma lugar todo el evento de la redención y la manifestación escatológica del Mesías Redentor. Al altar llegamos para convertirnos a Cristo y es en ese lugar donde experimentamos el ‘nuevo nacimiento.’ En el altar somos transformados en nuevas creaturas. (2 Cor. 5:17) Allí llegamos con nuestras necesidades y problemas en busca de la ayuda divina. Al altar traemos nuestras ofrendas y sacrificios para mostrarle a Dios nuestra gratitud, nuestra fe y sumisión. También, al altar llevamos a nuestra familia. Es ahí donde dedicamos a nuestros hijos al Señor. Al altar llevamos nuestra vida, y es en el altar donde Dios nos recibe, nos acepta, nos perdona y nos bendice. Además, desde el altar Dios nos llama para servirle. En el llamamiento al altar y en nuestra respuesta a este, se destaca cómo el corazón se torna completamente a Dios, manifestándolo a través de una conversión total, comprometida con la práctica plena del evangelio.

Una vez en el altar, el Espíritu de Dios nos invita a vivir y proclamar las buenas nuevas del evangelio completo, y este evangelio nos invita a vivir nuestra propia fiesta de Pentecostés. Esto es así porque en el propósito de Dios está la sanidad de todas las naciones. La sanidad que emana del altar es integral; abarca a la humanidad en toda su naturaleza. En la sanidad ocurre milagros, prodigios, maravillas y señales que acompañan continuamente a los creyentes y los vuelve efectivos en su ministerio. Estas son obras ejecutadas por los creyentes que llenan de satisfacción y regocijo a Dios y a sus hijos y, el mejor lugar para celebrarlo es el altar, con una fiesta espiritual, nuestro propio pentecostés.

En el altar se da la alabanza y la adoración a Dios. Ahí se presentan la oración y los ruegos de los hijo Dios. Con esto en mente fue que el Señor declaró: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn. 4:23-24). En realidad, en el altar ocurren cosas verdaderamente maravillosas.

(Continuará la próxima semana)


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