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LA AUTORIDAD DE LA PALABRA

El aprecio por la inspiración verbal de la Palabra de Dios ha generado que el pentecostalismo defienda, con ardor, la autoridad que se encuentra inherente en la Escritura. Aunque los detractores de la fe pentecostal la han acusado de fijarse ‘solo en la experiencia’, la verdad es que, desde el mismo comienzo, el pentecostalismo tuvo la más alta consideración y respeto por la autoridad de la Escritura. Aún, Dale Bruner, quien ha criticado fuertemente al pentecostalismo, admitió que el pentecostalismo abiertamente declara que, si el movimiento no pudiera justificar su existencia en las Escrituras, no tendría razón para existir (Brunner, 1972, 63). Esa preocupación por permanecer saludablemente en la autoridad de la Escritura se encuentra presente en la comunidad de fe y práctica del pentecostalismo en general. 

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Una demostración de esta preocupación se puede observar en una de las anotaciones en el libro de la minutas de la Asamblea General de la Iglesia de Dios en 1912: Cada año ha traído preguntas difíciles y cada pregunta ha sido discutida con el propósito de encontrarle respuestas y soluciones en armonía perfecta con la Escritura. En lo que corresponde a los participantes, todos han mostrado un honesto y sincero deseo por la verdad a la luz de la Palabra. Nosotros nunca hemos forzado a la Escritura a que se ajuste o acomode a nuestra conveniencia, al contrario, siempre hemos cedido a nuestro propio propósito y conveniencia a fin de que todo se someta a la obediencia y armonía de las Escrituras, las cuales estamos obligados a defender (Tomlinson, 1912, 4).

Aquí es importante notar que la supremacía de la autoridad bíblica se extiende desde la iglesia a la vida personal de los creyentes. La Biblia es afirmada como la única norma de autoridad y fe contra la cual toda palabra y experiencia es medida. Ahora bien, aunque esa supremacía de autoridad no es una innovación de los creyentes, ya que esta posición hacia la Escritura encuentra sus raíces en la Reforma, cuyo llamado a afirmar la autoridad de la Escritura sobre la tradición, fue uno de sus enunciados más fuertes. Sin embargo, esa pasión con la que el pentecostalismo se apega a la autoridad de la Escritura, contradice la versión popular de que el pentecostalismo es un movimiento que solamente enfatiza el éxtasis y la experiencia carismática.

Esa insistencia en la autoridad de la Escritura fue un argumento que utilizaron los pentecostales primitivos contra aquellos que se oponían a todo lo que se relacionaba con el credo apostólico. Aquella literatura pentecostal estaba saturada de ataques contra las tradiciones humanas. Tales enunciados eran tan polémicos, que se parecían mucho a los enunciados que se dieron antes del período de la Reforma misma. Aquellos argumentos le daban preeminencia a la Escritura por encima de la tradición eclesiástica del Catolicismo Romano. Con respecto a esto, T. S. Payne expresó, «haced a un lado las enseñanzas hechas por hombres o tradiciones y tomad toda la verdad de Dios. La tradición no puede tener poder o autoridad sobre las cosas sagradas. Por esa razón, los creyentes nos basamos solamente en la Palabra escrita de Dios» (Payne, 1994, 381). 

Es imposible establecer un credo para que un hombre predique y que el Espíritu Santo guíe hacia toda verdad. Si esto fuera verdad o error, no habría diferencia. Si cada artículo fuera tan puro como el oro, rompería la ley de Dios, así como Moisés quebró las tablas de la ley de Dios (Spurling, 1920, 25). 

A medida que el movimiento del Espíritu fue creciendo, esa dureza contra los credos fue menguando y se volvió moderado. Eventualmente, los creyentes reconocieron que, aunque “los credos no son la Escritura”, tampoco estos son solamente un record histórico de las memorias del pasado (Ervin, 1984, 20). Finalmente, los creyentes se dieron cuenta de la importancia del valor de la codificación y el registro escritural de sus creencias con el fin de corregir los excesos heréticos que surgen con frecuencia dentro del movimiento mismo. Sin embargo, ellos continúan manteniendo su fuerte convicción de que los credos y las tradiciones solamente pueden tener cierta autoridad que, en todo caso, se deriva de la autoridad absoluta, la cual se encuentra en las Escrituras. 

Por su parte, aunque los carismáticos también insisten en que ellos comparten el mismo celo por la autoridad de la Escritura y que también abrazan el principio de la Reforma de sola scriptura, la percepción que algunos carismáticos tienen de la obra continua del Espíritu Santo, por lo general, tiende a disminuir dicha insistencia, especialmente en lo que se refiere a la profecía y la glossolalia. Al respecto, Mark McLean apunta que hay una tendencia en los carismáticos a abandonar la autoridad del canon, por la autoridad que les ofrecen las revelaciones frescas del Espíritu Santo (McClean, 1984, 35-6). Mientras que estos defienden la autoridad explicita, dicha autoridad es implícitamente desautorizada por el nuevo énfasis en la ‘palabra fresca’ que los carismáticos ponen sobre la profecía y lo que ellos enseñan como el rhema de la Palabra. El asunto es que aún el rhema o palabra fresca que haya sido revelada debe supeditarse a la autoridad absoluta de la Escritura, o lo que ellos llaman el logos mismo. En otras palabras, nada supersede a la autoridad de la Escritura, ni el rhema mismo el cual debe ser generado por la Escritura misma. Con respecto a esto último, Richard Quebedeaux provee una amplia evidencia sobre la excesiva exaltación de la profecía carismática: «En el movimiento carismático y en el neopentecostalismo, la autoridad espiritual se basa últimamente en la actividad y la enseñanza presente del Espíritu Santo. ‘La revelación fresca’ tiene mucho más poder que la Biblia misma (Quebedeaux, 1972, 118). Esto último entra en conflicto con la verdad esencial, la cual es dada a conocer a la gente solamente por el poder del Espíritu Santo». 

Aunque los pentecostales clásicos y los carismáticos creen que Dios habla hoy de la misma manera que habló a los autores bíblicos, las observaciones de Quebedeaux desafortunadamente distorsionan el significado histórico del movimiento pentecostal y carismático. En realidad, el pentecostalismo no propone abrazar una nueva revelación como el mormonismo, por ejemplo. Al contrario, éste se percibe sí mismo como un movimiento de avivamiento, el cual desafía a la iglesia a revivir las experiencias espirituales de la comunidad de fe tal y como están relatadas en el Nuevo Testamento. 

Con el fin de delinear la distinción entre la autoridad de la Escritura y la profecía, Cecil Robeck ofrece tres elementos que los creyentes fácilmente identifican como mecanismos prácticos (1) Mientras que la revelación de Dios en la Escritura es normativa en todos los asuntos relacionados con la fe y la praxis cristiana, todos los demás elementos que Dios utiliza para guiar a su pueblo, incluyendo el don profecía, están sujetos a la prueba de las normas de la Escritura para legitimizar su validez. (2) Mientras que la Escritura proclama para sí misma una autoridad inherente e independiente, la autoridad de la profecía es determinada por su consistencia con la Palabra. Finalmente (3) Mientras que la Escritura es una autoridad universal con aplicaciones universales, la profecía se refiere a individuos específicos en tiempos y situaciones específicos. Por lo tanto, el énfasis de la profecía se centra en el valor de la exhortación inmediata que ejerce sobre los oyentes (Robeck, 1979, 27-31). La obra reveladora y continua del Espíritu Santo no es vista como un desafío a la autoridad de la Escritura, sino más bien como una aplicación específica del mensaje bíblico, el cual es limitado por dos elementos, la sujeción a la Escritura y la aplicabilidad consistente de la profecía. 

La Infalibilidad de la Palabra

Otro elemento que es crucial en el proceso hermenéutico es el reconocimiento de los creyentes de la inspiración e infalibilidad del canon de la Escritura. Al igual que los evangélicos, los pentecostales han tenido dificultades para definir términos tales como infalibilidad e inerrancia cuando se refieren al texto bíblico. Para aliviar esta dificultad, los intérpretes han tratado de evadir cada uno de los dos excesos más notables. Primero, los pentecostales han rechazado la afirmación liberal de que la Biblia es un documento humano, repleto de errores humanos, que simplemente contiene la Palabra de Dios. Para los pastores esa posición minimiza la autoridad bíblica y limita al intérprete a la tarea de separar lo real de la ficción y la verdad del error. Tal proceso coloca al intérprete con autoridad sobre el texto, en vez de que el texto tenga la autoridad sobre el intérprete. Como resultado, los penteostales han observado a la crítica científica de la Escritura con sospecha. La santidad de un canon inspirado espiritualmente es visto por los intérpretes por encima de todas las facultades humanas. Por lo tanto, la Escritura se convierte en la norma que sirve para evaluar los esfuerzos críticos humanos. En vez de que la crítica científica sea la que evalúe la verdad de la Escritura, los pentecostales ven a la verdad de la Escritura determinando la validez y la relevancia de la crítica. 

Por otro lado, los pastores rechazaron el extremo fundamentalista que ve a la Escritura como un depósito estático de la verdad, al cual el intérprete analiza utilizando sus facultades racionales solamente. Al contrario, los exégetas han sido capaces de examinar las dificultades encontradas en la Escritura sin utilizar el recurso defensivo de la postura asumida por muchos intérpretes fundamentalistas. Definitivamente, los pentecostales afirman la infalibilidad de la Biblia; pero mientras esa infalibilidad es una asunción sobre la cual los pastores fundamentan su hermenéutica; estos también reconocen que no tienen ni la habilidad, ni la responsabilidad de demostrar esa infalibilidad. La Biblia es infalible, porque ha sido inspirada por un Dios infalible. Después de esto no hay otra demostración de infalibilidad que sea necesaria. 

Ahora bien, el fundamentalismo está en lo correcto cuando insiste en la inspiración divina de la Escritura, la inerrancia de la Palabra de Dios y otras verdades Bíblicas incluidas en sus cinco puntos fundamentales—la inerrancia de la Escritura, la divinidad de Cristo, el nacimiento virginal, la doctrina de la expiación vicaria y la resurrección corporal en el tiempo de la segunda venida. Sin embargo, la forma en que el dispensacionalismo presenta estas verdades es más bien el resultado de una posición ideológica y no de una perspectiva bíblica. El dispensacionalismo es rígido y rechaza toda forma de revelación que no sea adherida a sus cinco puntos fundamentales. Además, se opone a toda forma de estudio o aproximación crítica al texto. 

La dificultad mayor de la interpretación fundamentalista es que rechaza el carácter histórico de la revelación bíblica y cierra las puertas para una revelación fresca. De manera que se vuelve incapaz de aceptar la verdad total involucrada en la Encarnación misma. En cuanto a la relación del hombre con Dios, el fundamentalismo evita deliberadamente toda forma de acercamiento entre lo divino y lo humano. Se rehúsa a aceptar que la Palabra inspirada de Dios ha sido expresada en lenguaje humano, y que esa Palabra, bajo la inspiración de Espíritu Santo, ha sido expresada por medio de autores con capacidades y recursos limitados. Esa es la razón por la que el fundamentalismo trata al texto bíblico como si se tratara de un dictado, palabra por palabra, por el Espíritu Santo. Por otro lado, falla en reconocer que la Palabra de Dios ha sido formulada en lenguaje y expresiones condicionadas por varios periodos y contextos históricos. Además, no repara en la formas literarias que se conjugan con las formas humanas de pensamiento involucradas en el texto bíblico. En realidad, muchos eventos y recuentos son el resultado de un proceso que se extiende por periodos de largo tiempo y que involucran las marcas de situaciones históricas y contextos diversos. 

El fundamentalismo hace tanto énfasis en la inerrancia de ciertos detalles en el texto bíblico que se fija específicamente en aquellos que se refieren a eventos históricos o supuestas verdades científicas. Por lo general convierte en histórico a todo material que desde el mismo comienzo no intentaba aparecer como un antecedente histórico. Así que considera como histórico a todo aquello que es narrado con verbos en tiempo pasado, fallando con ello en considerar la posibilidad de encontrar un significado simbólico o figurativo en el texto.

La Continuidad de la Revelación

El fundamento mismo enseña que el Espíritu Santo nunca ha detenido la función reveladora a través de la Palabra, al contrario, es el Espíritu quien le da vida y significado a la Palabra y la hace accesible al entendimiento del intérprete. La Palabra de Dios no es estática, sino viviente y dinámica; y como tal, siempre estará activa expandiéndose y formando parte de una revelación progresiva. Para el estudioso pentecostal la Palabra continuará expandiéndose e integrándose a la realidad humana en conocimiento, sabiduría y poder, virtudes que nunca dejarán de crecer. 

La hermenéutica pneumática parte de una profunda pasión por la Palabra, a la cual se somete porque es amante de la verdad. El poder de la revelación de la verdad contenida en la Palabra se centra en la persona de Cristo Jesús, el Hijo de Dios. En la interpretación pneumática, la Palabra continúa revelando la voluntad de Dios cada día y es responsabilidad del creyente mantener una vida de profunda relación con ella, no solamente como un libro que hay que leer como requerimiento, sino como una fuente de revelación fresca que desarrolla mayor pasión por el reino de Dios y su justicia. 

Desde esta perspectiva, el intérprete pneumático ve al registro o la narrativa histórica del texto como la autoridad final; sin embargo, la Palabra misma impulsa una revelación fresca para cada día, situación o circunstancia. Esa condición genera un sentido práctico de seguridad que le permite confiar su vida y ministerio a Dios. Seguidamente, el intérprete se somete a la dirección del Espíritu Santo para la aplicación práctica y el entendimiento de la verdad contenida en la Escritura. 

La hermenéutica pentecostal contiene elementos de sencillez y practicalidad. La meta del intérprete es hacer la enseñanza del texto accesible a todos los santos. Esa es una de las razones por la que el movimiento mantiene un alto sentido de responsabilidad entre todos los creyentes. Tanto la cátedra como la predicación de los pastores contienen un mensaje profundo de la verdad basado en la Palabra. También contiene una aplicación práctica y sencilla que es capaz de movilizar a todos los santos para la obra del ministerio. 

LA INSPIRACION VERBAL DE LA BIBLIA

El movimiento Pentecostal insiste en que la base para la inspiración verbal de la Biblia se encuentra en la naturaleza misma de Dios. Comunicar es parte de su naturaleza. Él tomó la iniciativa de compartir sobre sí mismo con otros, enviando a su Hijo al mundo y proveyendo el don del Espíritu Santo sus hijos. El deseo de Dios de comunicarse o de revelarse a sí mismo, encuentra su expresión en la documentación escrita de su Palabra. Así como la Encarnación de Jesús y el don del Espíritu Santo revelan a Dios a la humanidad, de la misma manera, el texto bíblico revela Palabra de Dios. El arguento acá es que la Biblia no debe ser vista como un testigo secundario de Dios, sino como la mente y la voz misma de Dios, hablando a través de las edades, utilizando el texto de sus libros (Arrington, 2002, 101-07). La Escritura es el testigo primario de Dios porque contiene el registro escrito de su discurso documentado el texto bíblico, el cual es inspirado por el Espíritu Santo. Además, como testimonio primario, la Escritura es testigo salvífico y un agente santificador. 

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Esta posición en referencia a la Biblia se apoya sobre el hecho de que un encuentro con la Escritura es en realidad un encuentro con el Dios viviente. La dificultad que experimentaron los primeros pentecostales fue entender el papel de los autores humanos en el proceso de la inspiración. Estos reconocían que los escritores bíblicos disfrutaban de una experiencia particular con el Espíritu Santo y que el resultado de esa experiencia era lo que hoy tenemos como el texto bíblico. La dificultad se daba al tratar de comprender la combinación entre la actividad humana y la divina en la producción del texto bíblico (Yong, 2002, 49-59). Este era un problema que acarreaba similares dificultades en la discusión de las naturalezas divina y humana que ocurre en la Encarnación de Cristo. A estos les era muy difícil explicar cómo se combinaban y cooperaban la voluntad humana y la divina en la inspiración de la Escritura. 

Como respuesta a este problema, algunos pentecostales primitivos asumieron que los escritores bíblicos fueron instrumentos pasivos en las manos de Dios. Que estos eran solamente canales a través de los cuales la Palabra de Dios era expresada. Como resultado, estos entendieron a la inspiración como si se tratara de un dictado (Dempster, 1993, 129-35). Eventualmente esta posición fue corregida por los teólogos pentecostales que surgieron al final del siglo XX. Es probable que la idea del ‘dictado’ de parte de aquellos pentecostales primitivos se debió al hecho de que su método de interpretación no incluía o no le daba importancia al contexto histórico en el que el texto se produjo. Aparentemente no tomaban en cuenta la actividad humana en el proceso de la revelación de Dios. Al parecer, los enunciados bíblicos fueron entendidos como valores o principios generales, pero sin apreciar el contexto histórico en que se daban. Por supuesto, ese punto de vista sobre la inspiración fue corregido satisfactoriamente y ampliamente explicado a través de los años. Así que el crítico bíblico que se basa en estas posiciones históricas ya superadas por el pentecostalismo para denigrar a la enseñanza de la inspiración verbal de la Biblia ha fallado al no estudiar la formulación escritural y teológica de esa enseñanza correctamente. 

Contrario a esa posición, el pentecostalismo clásico enseña que en la formación del texto bíblico hay una cooperación total entre la naturaleza divina y la humana durante el proceso de registro de la Escritura. Como resultado, la Biblia es igualmente la Palabra de Dios y la palabra del hombre. Para ser más preciso, la Biblia es totalmente divina y totalmente humana, así como Jesucristo, desde el momento de la Encarnación, es totalmente divino y totalmente humano (Arrington, 102). Además, si en Cristo ambas naturalezas son indivisibles, de igual manera, en la Escritura, ambas naturalezas son igualmente indivisibles. 

Ahora bien, la dinámica de esa cooperación entre ambas naturalezas sigue siendo un profundo ministerio. Con respecto a este misterio, George Florovsky escribió: 

Las Escrituras son inspiradas y, por ello, son la Palabra de Dios. En cuanto, a la inspiración, es muy dificultoso definirla apropiadamente. Una definición de la inspiración es muy difícil proveerla pues hay un elemento de misterio contenido en ella. Es el misterio del encuentro entre lo divino y lo humano. Por lo tanto, es muy difícil entender cómo es que esos hombres recibieron la Palabra de Dios y cómo es que la pudieron articular en sus propias palabras y en su propio idioma. Con todo ello, esa transmisión humana también era la Palabra de Dios.

(Florovsky, 1972, 77)

La proclamación de la Biblia como un documento humano, de ninguna manera minimiza la realidad de su inspiración divina. ‘Toda’ Escritura es inspirada por Dios y ‘toda’ Escritura fue escrita por hombres. La Biblia es enteramente la Palabra de Dios, y al mismo tiempo, contiene enteramente palabras de hombres. Estos dos elementos no pueden ser separados ya que ambos son parte de la totalidad de la Escritura; tratar de separarlos sólo serviría para destruir el propósito mismo de la Biblia (Arrington, 104). En virtud de lo anterior, el elemento divino en la Palabra tampoco puede ser separado del humano, porque Dios ha decidido irrumpir, de esa manera, en la historia humana. La historia humana se convierte entonces en el vehículo que Dios ha escogido para revelarse a sí mismo; por lo que sería incorrecto tratar de descubrir la Palabra de Dios en las Escrituras separándolas del elemento humano presente en ellas. 

La enseñanza de la inspiración verbal de la Biblia ha sido atacada por teólogos que desconocen el proceso de formación de esta doctrina. Al parecer algunos se basan en la crítica del texto, la cual, vista desde una perspectiva pentecostal más bien confirma a la enseñanza misma porque esta reconoce la participación humana en su contexto para documentar la Escritura Sagrada, donde participan ambos Dios y el autor humano. Está claro que Dios no dictó el texto bíblico a personas que actuaron como robots documentando lo que Dios les dictaba. Todo lo contrario, lo maravilloso de la Escritura es la unidad completa entre las naturaleza divina con la humana para registrar el texto que contiene la Palabra de Dios en palabras humanas.

Los escritores bíblicos fueron individuos normales, sujetos a las mismas limitaciones de todas las personas. A estos Dios utilizó para documentar la revelación divina por medio de la documentación del texto escrito. Si el texto fue escrito en piedra o en papiro, eso no es lo más importante. Lo que hace valioso al texto es su permanencia y continuidad a través de la generaciones, con la misma inspiración desde el principio hasta hoy. Y lo más maravilloso es que esa Escritura ha sido preservada a través de las edades y hoy continúa revelando a Dios y su amor por la humanidad en todos los idiomas donde la Biblia ha sido traducida. He ahí la intervención divina y la actividad humana en la producción del texto sagrado. He ahí la inspiración verbal de la Escritura.

LA HERMENEUTICA PENTECOSTAL

Acá examinaremos los fundamentos que le dan forma a la hermenéutica pentecostal, la cual también es conocida como pneumática. La discusión se concentrará sobre las predisposiciones y presuposiciones que el intérprete pneumático acarrea cuando asume la tarea de interpretar el texto bíblico. Lo que mencionamos ofrece algunas variables independientes que deberán ser consideradas por el lector para poder estar de acuerdo en la discusión.

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Entonces procedamos a debatir sobre algunas variables que intervienen en este estudio.

Es indudable que el movimiento del Espíritu Santo, a la pentecostal, ya ha permeado a la cristiandad entera. Lo cual equivale a decir que:

1) La experiencia carismática ha dejado de ser un fenómeno que ocurre solamente entre los pentecostales pues se ha expandido de tal modo que ya ocurre también en los otros movimientos cristianos. Por tal razón se podría concluir que la experiencia pentecostal es un fenómeno que ha llegado a ser parte de todo el cristianismo, en todas las regiones y confesiones de fe en nuestro mundo.

2) Por otro lado, esa expansión a todos los demás movimientos cristianos trae consigo una diversidad ineludible; es decir, cada cristiano que ha vivido la experiencia pentecostal ya tiene su propio trasfondo teológico y eclesial. Eso hace necesario el establecimiento de fundamentos teológicos y un método de interpretación adecuado que sirvan como marco conceptual a las diversas corrientes que forman parte del movimiento del Espíritu. Entre todos los movimientos carismáticos, el Pentecostalismo Clásico es el que posee una metodología teológica y hermenéutica adecuadas, dentro un marco eclesiológico sólido.

La primera pieza a observar, para examinar tales presuposiciones es el origen histórico de donde emerge el movimiento. La cuna de dónde surgió el Pentecostalismo Clásico fue primordialmente wesleyana e influenciada por el movimiento evangélico de santidad de aquella época. Ese era el marco teológico y eclesiológico que prevalecía en Norteamérica cuando dio inicio el Pentecostalismo Clásico. Tanto para Juan Wesley como para todos aquellos que llegaron a ser parte del movimiento de santidad, un verdadero cristiano estaría siempre marcado por dos cualidades inseparables—la santidad y la felicidad (Inge, 2002, 102-42).

Dentro del contexto wesleyano, la santidad no es un estado que se logra por medio de la ausencia de pecado, sino por la consagración a Dios de todo corazón. El creyente alcanza esa condición de santidad cuando hace a un lado las afecciones y los intereses personales y decide someterse a la absoluta voluntad de Dios. Esta condición es la que genera el estado de ‘perfecto amor’ (Caswell y Bratton, 2014, 125). Para la escuela wesleyana, por lo tanto, una persona cuya norma de vida es la santidad, vive en amor y ha alcanzado la felicidad al perseverar en la voluntad de Dios. Esta es una obra de gracia provista por la voluntad soberana del Espíritu Santo, la cual más tarde se convertiría en el fundamento teológico para la subsecuente llenura o bautismo con el Espíritu Santo, según lo enseña el Pentecostalismo Clásico. Luego entonces, ese énfasis en la santificación se convirtió más tarde en el distintivo principal del movimiento wesleyano, que serviría como fundamento para la ‘experiencia pentecostal’ que ocurriría años después. 

Ese trasfondo que también se ha conocido como metodista-wesleyano afectó a gran parte del pentecostalismo clásico y por ende su teología y su hermenéutica. Los enunciados éticos del pentecostalismo proponen una santidad que no es necesariamente ascética, sin embargo, enfatizan que para permanecer en el estado de santidad el creyente debe someter el corazón y la carne a la voluntad del Espíritu Santo en forma total. Esa condición de vida transforma al cristiano por completo, en una persona feliz y más productiva. Por consiguiente, esa condición de santidad genera un estado de amor, el cual impele al creyente a convertirse en un evangelista activo, apasionado por el amor de Dios (Owen, 1998, xv). Todo este debate ocurrió al final del siglo XIX y sirvió como base para que los primeros pentecostales justificaran su experiencia y la definieran como la ‘tercera obra de gracia’ del Espíritu Santo, en la vida del creyente. 

Los pentecostales clásicos, afirman que el bautismo con el Espíritu Santo ocurre subsecuentemente a la limpieza de corazón. Esto último fue lo que originó la doctrina de la ‘subsecuencia’ (Chan, 2000, 85), a la cual más tarde le añadirían la doctrina de la ‘evidencia inicial’ (Macchia, 1998, 149-73). Esta se origina con la explicación teológica de la glosolalia, que en Topeka, Kansas, fue identificada como la evidencia inicial del bautismo con el Espíritu Santo McGee, 2008, 15). Todo este marco histórico es importante en la formación académica de la hermenéutica y el método de interpretación pneumatológicos. 

Las tendencias hermenéuticas y la teología de Wesley en el siglo XVIII son decisivas para el estudio y entendimiento de la hermenéutica pneumática. Con respecto a este asunto, Wayne McCown fue capaz de identificar cuatro principios que fueron determinantes en el marco teológico de Juan Wesley: (1) El método de predicación de Wesley incluida la lectura de pasajes largos y enteros de la Escritura. Wesley mismo se convirtió en una Biblia viviente pues había memorizado trozos completos de la Biblia. Su pensamiento, lenguaje y expresión se mezclaban con el léxico bíblico. La forma en que Wesley se refería a la Escritura demostraba su pasión por el texto, de tal manera que su discurso mismo fue transformado por el poder de la Palabra. (2) Para Wesley el estudio de la Palabra no era meramente un ejercicio académico sino una experiencia devocional fortalecida por el poder de la oración. (3) Wesley creía que la Biblia era la fuente primaria que le daba autoridad a la doctrina que enseñaba y esta era la que nutría sus escritos y su predicación. (4) Finalmente, Wesley consideraba que la aplicación práctica del mensaje de la Palabra era una conclusión necesaria en la tarea hermenéutica (McCown y Massey, eds., 1982, 3-6). Así que, para Wesley, el propósito del estudio de la Palabra era entender la voluntad de Dios y luego actuar sobre la base de ese entendimiento. Esa fuerte afirmación de la autoridad bíblica para la formulación doctrinal y la respuesta recibida por la aplicación práctica de esta sirvió como el fundamento sobre el cual los creyentes basaran su pensamiento más tarde. 

El Movimiento de Santidad también ejerció una influencia decisiva sobre la hermenéutica y la teología del Espíritu. Las enseñanzas de la santidad del siglo XIX, que también había establecido su teología sobre el pensamiento de Wesley, formuló un patrón de pensamiento y agenda teológica que más tarde sería debidamente elaborada por teólogos del movimiento del Espíritu. Richard Dalton reconoció ese proceso: El reconocimiento manifestado por autores reconocidos del siglo XIX, sobre la verdad del bautismo del Espíritu Santo subsecuente a la regeneración contribuye más a la aceptación de las enseñanzas pentecostales, que a la aceptación de las enseñanzas mismas que éstos trataban de implementar al comienzo del siglo XX. Dwight L. Moody, R. A. Torrey, A. J. Gordon, Andrew Murray, James Elder Cumming y C. R. Vaughan, todos ellos escribiendo antes del año 1900 también coincidieron en sus posiciones doctrinales en relación con la experiencia espiritual, conocida como el bautismo con el Espíritu Santo subsecuente a la regeneración. Todos ellos se refirieron a la experiencia como decisiva y estuvieron de acuerdo en que su propósito era infundir poder en el creyente para el servicio cristiano (Dalton, 1973, 3-9).

Obviamente estos autores vieron que la oportunidad había sido brindada a cada creyente para participar de una experiencia espiritual especial que toma lugar después de la regeneración. Aunque dos de esos predicadores de la santidad, Torrey y Murray, más tarde escribieron que el hablar en lenguas no era la evidencia inicial física después de la de la regeneración, sin embargo, proveyeron el terreno sobre el cual se fundamentó y desarrolló la teología pentecostal del bautismo con el Espíritu Santo subsecuente a la regeneración (Dalton, 1978, 8). Tales enseñanzas sirvieron de base para que posteriormente se iniciara el sistema de interpretación pneumática. 

(Continuará la próxima semana)

TEOLOGIA DEL EVANGELIO COMPLETO

La teología Pentecostal integra en su naturaleza académica a la narrativa del evangelio, tal y como ha sido registrado en el texto bíblico y, como lo ha practicado la iglesia históricamente.

Es una descripción integral que describe la obra redentora de Jesucristo, a esta se le conoce en el movimiento pentecostal como ‘evangelio completo’. Otros lo han descrito que como el ‘evangelio quíntuple’. El ‘evangelio completo’ es una articulación doxológica relacional de la obra redentora de Cristo Jesús.  El es el Mesías Salvador (Liberador), Santificador, Bautizador espiritual, Sanador y el Rey que viene a tomar todos los reinos de este mundo bajo su poder, dominio y autoridad. 

La actividad soteriológica de Cristo se manifiesta a través de una obra quíntuple que puede ser descrita de esta manera. 

Cristo Salva. En la narrativa del evangelio está escrito que “En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en quien podamos ser salvos» (Hechos 4:12).  De esa manera, Cristo es el medio a través del cual la humanidad puede obtener la salvación. A través del sacrificio expiatorio de su Hijo, Dios proveyó el medio perfecto para la redención. Así que Cristo Jesús es la única persona que puede redimir a todos los que creen en él y le reciben por medio de la fe. Es por esa razón que los creyentes afirman que Cristo es el único y suficiente salvador para los que le reciben.

En segundo lugar, Cristo Santifica. Es por el poder transformador de la Palabra, el poder limpiador de la Sangre de Jesús vertida en la cruz y por el poder purificador del Espíritu Santo que la santificación ocurre en los creyentes. Es un proceso continuo mediante el cual Dios transforma las imperfecciones humanas y las encamina hacia la meta de llegar a ser como Cristo. En la santificación nuestros pensamientos, al igual que nuestras emociones y sentimientos reflejan el carácter de Cristo y esta nos motiva a continuar en obediencia a los mandamientos del Señor.

Además, Cristo Bautiza con el Espíritu Santo. Bautizar significa que somos llenos del Espíritu Santo y su poder. De esa experiencia nos levantamos capacitados para iniciar una nueva vida dedicada a Cristo. Es así como los creyentes dejan la vida vieja y comienzan una nueva, con abundancia de vida, gozo y gratitud. Luego estos también se unen al pueblo redimido de manera pública y proclaman así las buenas nuevas del evangelio. 

En cuarto lugar, Cristo sana. Fue en la cruz que Cristo murió por los pecadores, no solo para salvarlos espiritualmente, sino que para sanarlos de todas sus dolencias. En realidad la sanidad de Cristo es integral. Esta trasciende el estado físico de enfermedad para transformar a la sociedad misma de todos sus males y defectos. El profeta Isaías dice: Herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestras iniquidades; y por sus heridas fuimos nosotros sanados. ¡Cristo no cambia y hoy todavía sana!

Quinto, Cristo Viene. Antes de su ascensión, El Señor Jesucristo, comisionó a sus discípulos a llevar las buenas nuevas a todo pueblo, lengua, raza y nación. La misión es enseñar a otros el camino, la verdad, y la vida, hasta que regrese otra vez, en forma personal y visible. Al ascender Jesús al cielo, dos ángeles aparecieron–y dijeron a los discípulos:  Varones galileos ¿Por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado al cielo, volverá de la misma manera que lo han visto irse. 

Además, el inminente retorno de Cristo prepara a los creyentes para la adoración universal del Mesías que viene a reinar. La actividad doxológica del pueblo de Dios se revela en la manifestación de la gloria de Dios en la vida y las acciones de todos los santos.  

La actividad Trinitaria en el Evangelio Completo o Quíntuple

Como ya hemos apuntado antes, los principios de la teología pentecostal emergen de Dios mismo, quien en su condición Trinitaria, se revela a la humanidad como Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Padre envía al hijo. El Hijo se encarna en la humanidad y la redime. Luego el Hijo envía al Espíritu Santo para que sea su vicario en el mundo. El Espíritu Santo revela el evangelio a la humanidad, conecta a los pecadores con Dios por medio del sacrificio redentor de Jesús. Seguidamente los convierte en discípulos de Jesús, los llena de su plenitud y los capacita con dones que representan señales del reino de Dios revelado a los hombres.

También hemos visto que pentecostés es la fiesta del Dios Padre con sus hijos. Pentecostés representa la celebración del sacrificio y la redención del Hijo de Dios. Además, manifiesta la naturaleza y la realidad del reino de Dios a través de la vida de sus hijos. De esta manera pentecostés es más que un evento, es una representación del evento eterno donde Dios establece su reino entre todos los pueblos, tribus, naciones y lenguas de este mundo. El trabajo del Espíritu Santo es preparar y organizar detalladamente todos los elementos y las personas que participarán en el evento pentecostal más grande de todos los tiempos. Dentro de este contexto de pentecostalización de la creación, Dios tiene a un pueblo trabajando hacia esa meta doxológica que marca el establecimiento de su reino en este mundo. 

Lo expresado anteriormente nos lleva a elaborar algunos argumentos que confirman la validez de una teología pentecostal sólida.

La teología pentecostal da testimonio de los distintivos esenciales de la fe cristiana.

  • Es una disciplina académica que opera sobre las preocupaciones que ocupan a la agenda teológica pentecostal.
  • La teología pentecostal posee un método teológico que pueda dialogar con otras tradiciones.
  • El pentecostalismo posee un lenguaje y vocabulario teológico capaz de dialogar con el pentecostalismo global.
  • La teología pentecostal es capaz de comunicarse con otras confesiones  y marcos teológicos.
  • La teología pentecostal puede dialogar ecuménicamente y sabe mantener su distintivo en ese terreno.
  • Los pentecostales tienen un tema central para la reflexión teológica.
  • El pentecostalismo se conduce muy bien con las preocupaciones sociales
  • La teología pentecostal también puede hablar con autoridad al público.

La teología pentecostal es constructiva y estudia con claridad, las enseñanzas y prácticas que emergen y se manifiestan en el movimiento. El evangelio completo es su narrativa y terreno de acción. El entusiasmo y la eficacia de sus miembros genera una movilización que continúa extendiéndose local y globalmente. 

(Continuará la próxima semana).