LOS PRINCIPIOS TRINITARIOS DEL PENTECOSTALISMO

Los principios del Pentecostalismo emergen de Dios mismo, quien en su condición y actividad Trinitaria se revela a la humanidad como Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Padre envía al hijo. Esta es una revelación del misterio y la profundidad del amor divino. Recordemos, por ejemplo, las palabras en Juan 3:16, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito…”; El Hijo se encarna en la humanidad y la redime. Luego, el Hijo envía al Espíritu Santo para que sea su vicario en el mundo. El Espíritu Santo revela el evangelio a la humanidad, conecta a los pecadores con Dios por medio del sacrificio redentor de Jesús, el Hijo de Dios. Seguidamente, los convierte en discípulos de Cristo, los llena de su plenitud y los capacita con dones que representan las señales del reino de Dios revelado a la humanidad.

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Los dones espirituales son otorgados soberanamente por el Espíritu Santo a los discípulos de Cristo. Estos dones son evidencias del poder de Cristo que acompaña a los creyentes en su acción en el mundo y, al mismo tiempo, estos evidencian las señales del reino de Dios. Esas señales son palpables por medio de las obras operadas por los hijos de Dios. Por ejemplo, los enfermos son sanados, demonios son expulsados, milagros y prodigios ocurren y el evangelio es anunciado a los pobres, a los marginados y a las viudas. La meta del Espíritu Santo es generar transformación integral en la vida tanto personal como comunitaria.

Es la actividad de los creyentes la que transforma al mundo. Los discípulos de Cristo proclaman y practican el evangelio completo. A este se le puede describir desde la perspectiva de la acción quíntuple de Cristo, salvando, santificando, bautizando con el Espíritu Santo, sanando y comisionando a los creyentes para la obra del ministerio, cuya meta escatológica apunta al retorno de Jesús como el Mesías de este mundo. Esta actividad del Espíritu hace posible que los creyentes permeen a todos los sectores de la sociedad con un mensaje de esperanza y transformación. Además, les da la oportunidad a las personas de tomar decisiones que afectarán su vida terrenal y su condición futura en la eternidad.

En todo caso es la fuerza del Espíritu de Dios la que mueve a la iglesia a la acción. Es la consumación de la labor Trinitaria de Dios que completa la vivificación de un mundo sumido en el pecado y necesitado de salvación. Para los discípulos de Cristo esta es su misión, tal y como está descrita en la Palabra, ‘Id y haced discípulos a todas las naciones…’ (Mt. 28:19). Esta la base de una teología pentecostal que es constructiva y que estudia con claridad las enseñanzas y practicas de la fe que emergen y se manifiestan en el movimiento.

(Continuará la próxima semana)

¿UN SEMINARIO BIBLICO PENTECOSTAL?

¿Se necesita una institución que forme y eduque a los pastores de la iglesia?

La repuesta a esta pregunta la propondremos en una serie de presentaciones de este blog.

El pentecostalismo tiene un método que construye sobre la base de un sistema teológico enraizado en la Escritura, la actividad del Espíritu Santo, como el tercer miembro de la Trinidad, quién dirige y encamina a la iglesia hacia su misión. Además, cuenta con el testimonio de comunidad de fe que confirma la armonía de esta teología con el plan de Dios para la humanidad y su universo.

 El pentecostalismo es uno de los movimientos cristianos de mayor y más rápido crecimiento en el mundo.  A principios del siglo XXI los pentecostales representan más de una cuarta parte de la  población cristiana en el mundo. Ante esto último surgen algunas preguntas como estas ¿qué es lo que creen los pentecostales? ¿En qué basan sus doctrinas y prácticas de la fe? ¿Dónde encontramos una teología pentecostal en la Escrituras? ¿Qué es la teología pentecostal? Estas son algunas de las preguntas que enfrenta el seminario en su formación doctrinal, teológica y ministerial de sus estudiantes.

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Si hiciéramos esas mismas preguntas a los católicos, probablemente estos buscarían la respuesta en el Catecismo de la Iglesia Católica. Por su parte, la tradición Reformada probablemente indagaría dentro de las instituciones de la Religión Cristiana propuestos por Juan Calvino o, mirarían al mismo Catecismo de Westminster. En el caso de los Luteranos, estos quizás buscarían los textos de Martin Lutero, tales como el Libro de la Concordia y la Confesión de Augsburgo. ¿Pero dónde buscamos la teología pentecostal?

La mera sugerencia de que existe una ‘teología pentecostal’ es probable que encuentre resistencia en algunos círculos teológicos, al igual que varias y variadas respuestas de otros. Es más, algunos todavía resistirían la existencia y la veracidad de tal teología. No obstante, es curioso observar que la historia del pensamiento cristiano, desde el siglo XX hasta hoy, no se podría escribir sin una discusión exhaustiva y responsable de los movimientos pentecostales y carismáticos contemporáneos. Es más, la pregunta obligada sería ¿cómo articular una explicación satisfactoria sobre este movimiento y su teología? Aún más, hay quienes temen que una explicación teológica sistemática podría eclipsar el énfasis espiritual del movimiento pentecostal. 

También están los que podrían pensar que una sola explicación de la teología pentecostal obstruiría la diversidad significativa del movimiento globalmente. Es probable, pero hay otros, que dudan de que los pentecostales puedan contribuir significativamente a la agenda teológica. Otros optan por descalificar al movimiento argumentando que este todavía no ha llegado a ser una tradición teológica en sí misma.  

Lo que estas reacciones tienen en común es una observación que carece de una narrativa teológica y que tampoco tienen un símbolo teológico que les permita identificar y distinguir a la teología pentecostal. Sin embargo, las últimas publicaciones pentecostales reflejan una alto grado de escolaridad y profundidad teológica. Es más, la teología pentecostal no se aparta de la iglesia, ni de los fenómenos espirituales, sociales y culturales que se observan en la comunidad de fe y la sociedad donde opera. Pero es importante destacar que la mayoría de las propuestas teológicas recientes son constructivas, programáticas y fenomenológicas. La teología pentecostal está encarnada en la Escritura y en la iglesia. Es impulsada y manejada por el Espíritu de Dios. El testimonio de la validez de esta teología está en la vida de cada creyente comprometido con Cristo.

(Continuará la próxima semana)

EXCELENCIA EN LA FORMACION PASTORAL

Son muchas las demandas y necesidades en la formación de los pastores. El mundo continúa cambiando vertiginosamente. La abundancia de información en la internet causa que los pastores y nuestra gente reaccionen de diferentes y variadas maneras en respuesta tal situación. De igual forma, los seminarios continúan siendo afectados por el exceso de información de nuestro tiempo, lo que genera la inquietud de desarrollar una capacidad de discernimiento mucho más aguda que antes. Tal parece que la necesidad más grande de hoy no es adquirir conocimiento, sino más bien la capacidad de discernir qué es lo que conviene retener o desechar en el proceso de formación ministerial.

Estamos arribando a la tercera década del siglo XXI y en este tiempo la información será mucho más abundante que en el pasado. Ante esta situación se necesita una docencia que sea capaz de manejar el equilibrio entre lo que conviene o no conviene retener en nuestras aulas, sean estas presenciales o virtuales. Esto último demanda mucho cuidado en la elaboración del currículo y mayor rigurosidad en la formación académica de los pastores. Es probable que estemos a punto de plantearnos una supervisión más participante en la calidad de nuestra docencia.

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Nuestra educación también debe mostrar credibilidad académica. Para lograr este objetivo la iglesia y las instituciones teológicas deberán invertir inteligente y responsablemente más recursos en la formación de los docentes. Vivimos en un tiempo donde proliferan instituciones falsas que ofrecen diplomas con títulos grandes, pero sin ningún respaldo académico. Algunos de nuestros pastores son víctimas de esa trampa debido la necesidad de un título que ofrezca credibilidad a su gestión ministerial. Esa falta de acreditación es obvia, pero la situación se complica cuando a esas personas se les permite enseñar en nuestras instituciones. 

Nuestros pastores son el mejor ejemplo de la calidad de nuestra educación teológica. Acá está la fórmula para medir el éxito o el fracaso de nuestra instrucción educativa. Un pastor que se formó en nuestras aulas debería ser capaz de mostrar lo que aprendió, en el mismo campo de la práctica. En referencia a esto último se puede decir que, a mayor tiempo y nivel de formación, mayor eficiencia debería observarse en el ministerio de nuestros egresados. Por supuesto, también está el problema de que algunos egresados del seminario no son tomados en cuenta por sus líderes. Algunos supervisores optan por quitarles el apoyo y los dejan en el aire, desaprovechando así un buen recurso que podría contribuir con el mejoramiento del perfil pastoral de su territorio.

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Aquí también hay que agregar que, para mantener un perfil pastoral saludable, necesitamos practicar nuestros principios doctrinales, teológicos y ministeriales tal y como lo enseña nuestra fe pentecostal. Sin duda, para continuar creciendo y expandiendo nuestro su radio de acción nuestros pastores necesitan observar las prácticas espirituales que hacen a nuestro movimiento efectivo en la comunidad. Por estas y otras razones, reconozcamos las necesidades de nuestro tiempo, seamos sabios y entendidos al replantearnos el tipo de formación más adecuado para nuestros estudiantes y mantengamos vivas las enseñanzas pentecostales en nuestra formación de pastoral. Esto es parte de nuestro compromiso con la excelencia educativa.

Conectando a la Iglesia con el Seminario

Es muy común escuchar que la misión del seminario es servir a la iglesia. La expresión suena bien y parece alentadora; no obstante, a la hora de evaluar la relación entre la iglesia y el seminario nos damos cuenta de que ese objetivo no es tan fácil de lograr. En algunos casos, más bien pareciera que en vez de una relación de cooperación lo que hay es una rivalidad que genera desconfianza. Cuando eso sucede se pierde el objetivo del seminario y la iglesia se queda sin su mejor aliado para la preparación de sus pastores.

La clave para que haya una buena relación entre el seminario y la iglesia es mantener un balance saludable entre la academia y el ministerio. La iglesia debe reconocer el valor de la institución teológica y apoyar su misión en todo sentido. Por su parte el seminario debería honrar a la iglesia y servirla con la mejor de sus capacidades. Cuando se establece una relación de mutuo respeto ambas entidades progresan y el crecimiento se puede observar a simple vista.

En todo caso, es la iglesia la que determina el rumbo del seminario. Es esta la que selecciona a su liderazgo y, en última instancia, la que influye seriamente sobre el contenido académico y teológico ofrecido por este. Ese balance se da cuando iglesia confía en su seminario y apoya su gestión educativa, sin prejuicios de ninguna clase. De este modo, si el personal docente se siente respaldado por la iglesia, la tarea de formar a las nuevas generaciones de pastores será más factible.

Ahora toca a todas las personas involucradas en esta relación iglesia-seminario, jugar un papel decoroso donde el interés por la obra del Señor prevalezca. Acá también desempeñan un papel decisivo las disciplinas espirituales, tales como la oración, el compromiso y la sumisión a la voluntad de Dios. Esto hará que pastores y educadores caminen juntos en cooperación y respeto mutuo. Al fin y al cabo, todos son obreros útiles en la obra de Dios.

TIEMPO DE TRANSICION EN SEBIPCA

En tiempos de transición no se debe sobre enfatizar el presente sobre el pasado, ni el pasado sobre el presente. Ambas generaciones han sido y seguirán siendo claves en el alcance de las metas de la institución. Con respecto a los cambios generacionales, el apóstol Pablo escribió:

“Yo planté, Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios”

(1Cor. 3:6).

Este texto muestra cómo debe ser la actitud de la comunidad sebipcana al estudiar sobre la importancia de todos los líderes que han servido fielmente a la institución. Cada uno, en sus dones y capacidades, invirtió el mejor esfuerzo de su vida y ministerio. De ninguna manera, se debe comparar a las generaciones anteriores con las actuales, de eso se encarga Dios. El servicio de todos los miembros del cuerpo de Cristo se expande consiguiendo grandes avances para el reino de Dios. Luego entonces, todos contribuyen importantemente a esta obra de Dios.

Han pasado dos décadas desde que SEBIPCA fue organizado como la institución superior de educación teológica para Centro América. Por sus aulas de clase han pasado varias generaciones de estudiantes que han enriquecido el nivel académico y el liderazgo del seminario. De igual manera, la iglesia en el área se ha nutrido de líderes capacitados que han contribuido decididamente con el avance de la obra del Señor.

En la década que comenzamos, SEBIPCA es desafiado a alcanzar otros niveles de excelencia. Para ello ha sido necesario añadir nuevos programas que respondan a las necesidades de la iglesia y la comunidad donde ministra. Tanto el personal docente como administrativo son conscientes de la gran responsabilidad que el Señor ha delegado en ellos para continuar creciendo a medida que la institución avanza.

Además, es importante destacar la contribución de las autoridades eclesiales a favor del seminario. Los obispos nacionales, territoriales y, especialmente los pastores, han sido claves en el fortalecimiento de la visión y ministerio del SEBIPCA. Estos han depositado su confianza en la junta directiva del seminario que trabaja brazo a brazo con el presidente. La cooperación entre todas las partes involucradas es clave para avanzar con paso firme hacia un futuro incierto, pero con las esperanzas puestas en Cristo Jesús, quien claramente expresó, “Yo edificaré mi iglesia” (Mt 16:18).


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