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EL PAPEL DE LA NARRATIVA EN LA TEOLOGIA PENTECOSTAL

Como hemos visto, la narrativa pentecostal del evangelio incluye la espiritualidad, las experiencias, los afectos y las prácticas concretas de la comunidad cristiana. La base descriptiva de la teología pentecostal la encontramos en el evangelio de Lucas y en los Hechos de los Apóstoles, del mismo autor. Para los teólogos pentecostales, Lucas no sólo describió o narró eventos sobrenaturales, en realidad escribió teología. Este tuvo la habilidad de observar, clasificar y analizar, eventos y situaciones que servirían como fundamento para el marco teológico del nuevo movimiento del Espíritu. 

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El movimiento del Espíritu ha permanecido vivo a través de los siglos. Contrario a lo que enseñan los teólogos cesecionistas, la actividad pentecostal de la iglesia nunca cesó. Los cesecionistas basan su posición en la teoría de las dispensaciones, argumentando que los eventos que ocurren en una período dispensacional no vuelven a ocurrir en otra. Esta posición es desarticulada con algunas referencias bíblicas que ocurren tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el libro de Joel 2:28-29 leemos, Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones; y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”. Obviamente, estos acontecimientos pentecostales son anunciados como eventos que ocurrirían trans-dispensacionalmente. Por esa razón los pentecostales abandonaron las teorías dispensacionalistas y procedieron a centrar su atención en la vida nueva generada por el Espíritu de Dios para todos los creyentes en Cristo Jesús.

Sin embargo, temprano en el siglo XX hubo resistencia entre los historiadores a registrar esos eventos del pentecostalismo histórico. En casi todos los volúmenes de la historia de la iglesia, antes que el pentecostalismo creciera, los escritores cristianos omitieron la actividad pentecostal del Espíritu, especialmente aquella que se dio temprano en el siglo XX. La información histórica que encontramos hoy fue documentada por los historiadores pentecostales mismos, quienes estudiaron y reconstruyeron cuidadosamente los datos históricos que habían sido ignorados al principio de siglo. El anti pentecostalismo de los escritores reformados y evangélicos trató de neutralizar, esconder o minimizar la actividad claramente manifiesta del Espíritu a través de la historia de la iglesia. No obstante, ante esa deliberada oposición, el Espíritu Santo levantó un movimiento dinámico y fuerte, especialmente entre las personas marginadas y vulnerables y lo extendió por todo el mundo. Fue así como la narrativa de Lucas se extendió a través de los siglos y se ha incrementado abrumadoramente en los últimos días. Según el argumento escatológico pentecostal esta es una fuerte señal del inminente retorno del Señor. 

En la Teología Pentecostal también encontramos una invitación al altar, y como ya hemos visto, el altar es una invitación al Evangelio Completo, y este Evangelio es una invitación a Pentecostés. El estudio y la práctica del evangelio completo nos ofrece una plantilla para interpretar a la humanidad y su mundo. Como hemos visto, la teología pentecostal nos conduce a encontrarnos con el Redentor que también transforma a la cultura, protege al medio ambiente, la creación y crea una sociedad justa donde prevalece el amor, la justicia y la paz. Es así como Pentecostés nos invita a una comunidad llena del Espíritu.

Desde el punto de vista de esta teología, los creyentes son llenos del Espíritu Santo y equipados con habilidades carismáticas para transformar a la humanidad integralmente. Una vez que las personas son redimidas y se incorporan a la comunidad de creyentes, estos son santificados y habilitados para recibir la llenura del Espíritu Santo. El Espíritu opera en la naturaleza humana, transformándola y habilitándola para ser parte del ministerio de todos los santos. Es un estado de fe que ocasiona gozo y motivación para expandir el evangelio a toda creatura, en todo lugar. En el ejercicio de ese ministerio ocurren maravillas, señales, prodigios y milagros que evidencian la presencia y la confirmación de Dios en la vida y las acciones de los fieles.

(Continuará la próxima semana)

LA FIESTA DE PENTECOSTÉS

La articulación de una teología pentecostal, llega hasta el corazón de la fiesta de Pentecostés.  Esto nos indica que para entender al pentecostalismo hay que estudiarlo como movimiento y desde adentro, sin inhibiciones ni prejuicios. De lo contrario, el estudiante se frustrará pues tendrá que evaluar al movimiento basado en marcos teológicos extraños al pentecostalismo. Nada más erróneo que intentar evaluar a una teología sin conocerla.

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Los desafíos de estudiar a la figura de pentecostés como símbolo de la teología son múltiples. 

  • ¿Cómo es que funciona este evento histórico de manera que podamos utilizarlo como símbolo teológico? 
  • ¿Cómo emplea la teología pentecostal a pentecostés sin el riesgo de ser acusado de reduccionismo teológico o primitivismo histórico? 

En otras palabras, ¿cómo nos movemos de pentecostés a pentecostal y viceversa? La respuestas a estas preguntas requieren que pentecostés sea visto como el símbolo teológico de la teología pentecostal.  Veámoslo desde tres puntos claves que surgen en la discusión: 

  1. Primero, formulando una posición teológica genuina enfocada en la fiesta de pentecostés.  Acá la tarea inicial es desarrollar y articular las fuentes bíblicas que informan a la teología desde el día de pentecostés hasta hoy y, mostrar cómo es que esas fuentes se pueden utilizar de manera consistente en la implementación práctica de la fe. Acá estamos hablando de una teología que cobra vida en el campo de la práctica. Esta no se queda solamente en el nivel del razonamiento abstracto que es difícil de entender y explicar. Al contrario, a través del símbolo de pentecostés el creyente enriquece su fe y conocimiento de doctrinas practicables en la vida diaria, en la comunidad. 
  2. Segundo, el marco narrativo teológico del día de Pentecostés captura las convicciones teológicas del movimiento. En este marco está comprendida la historia de la redención dentro del plan de Dios para la humanidad. A la fiesta de pentecostés las personas venían al altar a encontrarse con el Dios redentor, quien eventualmente se encarna en la persona de Cristo y este se convierte en el sacrificio del pueblo para satisfacer los requerimientos de la salvación. Desde el punto de vista de esta narrativa se puede identificar claramente al ‘evangelio completo’.  
  3. Tercero, el principio del ‘evangelio completo’ analiza cómo es que la narrativa de Lucas se basa en la espiritualidad, la experiencia, los afectos y las prácticas concretas de una adoración y servicio total a Dios. Como hemos visto, esto concluye con el llamado al altar. La respuesta de los creyentes al llamado al atar es lo que identificamos como el momento en que la fe se vuelve tangible en la comunidad de fe. 

La fiesta de pentecostés se muda de una condición simbólica a una transformación práctica. Esto último también revela el momento en el que Dios se encarna en la persona de Jesús. El Dios eterno vuelve tangible y real para la humanidad. Pero en su condición de hombre el Hijo se presenta asequible, vulnerable y humilde. El toma una posición de siervo y eventualmente de sacrificio. La fiesta de pentecostés alcanzaba su clímax en el altar del sacrificio. Era ahí donde el Padre completaba su obra redentora. En realidad hay una conexión muy estrecha entre el símbolo de pentecostés y el evento real del Gólgota. Este y otros simbolismos pentecostales fortalecen la fe y establecen el fundamento de una teología pentecostal del camino.

(Continuará la próxima semana)

LA METAFORA DEL ALTAR

La metáfora del altar en la teología pentecostal nos invita a la presencia de Dios. Según la descripción sacerdotal de Jesús en Hebreos 4, la Palabra nos dice. “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (v. 16). En ese lugar conocido como el trono de la gracia es donde los hijos de Dios se acercan a la presencia misma de Dios. En ese lugar ocurre una vivencia humana y divina única y especial, por que es ahí donde el hombre se conecta con Dios. Es por esa razón que los pentecostales se refieren a este fenómeno como el altar del Señor. A través de esa experiencia, una vez más, la fiesta de pentecostés se vuelve realidad en medio del pueblo de Dios.

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En el pentecostalismo, el altar es entendido metafóricamente. El altar nos muestra cómo la historia es capaz de pasar del día de pentecostés (como evento histórico) a Pentecostés (como símbolo teológico) y, de este al pentecostalismo (como un movimiento cristiano) y viceversa. En realidad, la teología pentecostal nos invita al altar, y el altar nos invita a vivir el evangelio completo, y el evangelio completo nos invita a la fiesta de Pentecostés. Todo esto ocurre en el altar. En el altar somos salvos, somos santificados y llenos del Espíritu Santo. En el altar somos sanados y en el altar somos comisionados para anunciar las buenas nuevas de salvación y, de esa manera, allanamos el camino para el retorno del Mesías.

En la vida prática, el altar es el lugar donde toma lugar todo el evento de la redención y la manifestación escatológica del Mesías Redentor. Al altar llegamos para convertirnos a Cristo y es en ese lugar donde experimentamos el ‘nuevo nacimiento.’ En el altar somos transformados en nuevas creaturas. (2 Cor. 5:17) Allí llegamos con nuestras necesidades y problemas en busca de la ayuda divina. Al altar traemos nuestras ofrendas y sacrificios para mostrarle a Dios nuestra gratitud, nuestra fe y sumisión. También, al altar llevamos a nuestra familia. Es ahí donde dedicamos a nuestros hijos al Señor. Al altar llevamos nuestra vida, y es en el altar donde Dios nos recibe, nos acepta, nos perdona y nos bendice. Además, desde el altar Dios nos llama para servirle. En el llamamiento al altar y en nuestra respuesta a este, se destaca cómo el corazón se torna completamente a Dios, manifestándolo a través de una conversión total, comprometida con la práctica plena del evangelio.

Una vez en el altar, el Espíritu de Dios nos invita a vivir y proclamar las buenas nuevas del evangelio completo, y este evangelio nos invita a vivir nuestra propia fiesta de Pentecostés. Esto es así porque en el propósito de Dios está la sanidad de todas las naciones. La sanidad que emana del altar es integral; abarca a la humanidad en toda su naturaleza. En la sanidad ocurre milagros, prodigios, maravillas y señales que acompañan continuamente a los creyentes y los vuelve efectivos en su ministerio. Estas son obras ejecutadas por los creyentes que llenan de satisfacción y regocijo a Dios y a sus hijos y, el mejor lugar para celebrarlo es el altar, con una fiesta espiritual, nuestro propio pentecostés.

En el altar se da la alabanza y la adoración a Dios. Ahí se presentan la oración y los ruegos de los hijo Dios. Con esto en mente fue que el Señor declaró: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn. 4:23-24). En realidad, en el altar ocurren cosas verdaderamente maravillosas.

(Continuará la próxima semana)

LOS PRINCIPIOS TRINITARIOS DEL PENTECOSTALISMO

Los principios del Pentecostalismo emergen de Dios mismo, quien en su condición y actividad Trinitaria se revela a la humanidad como Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Padre envía al hijo. Esta es una revelación del misterio y la profundidad del amor divino. Recordemos, por ejemplo, las palabras en Juan 3:16, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito…”; El Hijo se encarna en la humanidad y la redime. Luego, el Hijo envía al Espíritu Santo para que sea su vicario en el mundo. El Espíritu Santo revela el evangelio a la humanidad, conecta a los pecadores con Dios por medio del sacrificio redentor de Jesús, el Hijo de Dios. Seguidamente, los convierte en discípulos de Cristo, los llena de su plenitud y los capacita con dones que representan las señales del reino de Dios revelado a la humanidad.

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Los dones espirituales son otorgados soberanamente por el Espíritu Santo a los discípulos de Cristo. Estos dones son evidencias del poder de Cristo que acompaña a los creyentes en su acción en el mundo y, al mismo tiempo, estos evidencian las señales del reino de Dios. Esas señales son palpables por medio de las obras operadas por los hijos de Dios. Por ejemplo, los enfermos son sanados, demonios son expulsados, milagros y prodigios ocurren y el evangelio es anunciado a los pobres, a los marginados y a las viudas. La meta del Espíritu Santo es generar transformación integral en la vida tanto personal como comunitaria.

Es la actividad de los creyentes la que transforma al mundo. Los discípulos de Cristo proclaman y practican el evangelio completo. A este se le puede describir desde la perspectiva de la acción quíntuple de Cristo, salvando, santificando, bautizando con el Espíritu Santo, sanando y comisionando a los creyentes para la obra del ministerio, cuya meta escatológica apunta al retorno de Jesús como el Mesías de este mundo. Esta actividad del Espíritu hace posible que los creyentes permeen a todos los sectores de la sociedad con un mensaje de esperanza y transformación. Además, les da la oportunidad a las personas de tomar decisiones que afectarán su vida terrenal y su condición futura en la eternidad.

En todo caso es la fuerza del Espíritu de Dios la que mueve a la iglesia a la acción. Es la consumación de la labor Trinitaria de Dios que completa la vivificación de un mundo sumido en el pecado y necesitado de salvación. Para los discípulos de Cristo esta es su misión, tal y como está descrita en la Palabra, ‘Id y haced discípulos a todas las naciones…’ (Mt. 28:19). Esta la base de una teología pentecostal que es constructiva y que estudia con claridad las enseñanzas y practicas de la fe que emergen y se manifiestan en el movimiento.

(Continuará la próxima semana)

¿UN SEMINARIO BIBLICO PENTECOSTAL?

¿Se necesita una institución que forme y eduque a los pastores de la iglesia?

La repuesta a esta pregunta la propondremos en una serie de presentaciones de este blog.

El pentecostalismo tiene un método que construye sobre la base de un sistema teológico enraizado en la Escritura, la actividad del Espíritu Santo, como el tercer miembro de la Trinidad, quién dirige y encamina a la iglesia hacia su misión. Además, cuenta con el testimonio de comunidad de fe que confirma la armonía de esta teología con el plan de Dios para la humanidad y su universo.

 El pentecostalismo es uno de los movimientos cristianos de mayor y más rápido crecimiento en el mundo.  A principios del siglo XXI los pentecostales representan más de una cuarta parte de la  población cristiana en el mundo. Ante esto último surgen algunas preguntas como estas ¿qué es lo que creen los pentecostales? ¿En qué basan sus doctrinas y prácticas de la fe? ¿Dónde encontramos una teología pentecostal en la Escrituras? ¿Qué es la teología pentecostal? Estas son algunas de las preguntas que enfrenta el seminario en su formación doctrinal, teológica y ministerial de sus estudiantes.

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Si hiciéramos esas mismas preguntas a los católicos, probablemente estos buscarían la respuesta en el Catecismo de la Iglesia Católica. Por su parte, la tradición Reformada probablemente indagaría dentro de las instituciones de la Religión Cristiana propuestos por Juan Calvino o, mirarían al mismo Catecismo de Westminster. En el caso de los Luteranos, estos quizás buscarían los textos de Martin Lutero, tales como el Libro de la Concordia y la Confesión de Augsburgo. ¿Pero dónde buscamos la teología pentecostal?

La mera sugerencia de que existe una ‘teología pentecostal’ es probable que encuentre resistencia en algunos círculos teológicos, al igual que varias y variadas respuestas de otros. Es más, algunos todavía resistirían la existencia y la veracidad de tal teología. No obstante, es curioso observar que la historia del pensamiento cristiano, desde el siglo XX hasta hoy, no se podría escribir sin una discusión exhaustiva y responsable de los movimientos pentecostales y carismáticos contemporáneos. Es más, la pregunta obligada sería ¿cómo articular una explicación satisfactoria sobre este movimiento y su teología? Aún más, hay quienes temen que una explicación teológica sistemática podría eclipsar el énfasis espiritual del movimiento pentecostal. 

También están los que podrían pensar que una sola explicación de la teología pentecostal obstruiría la diversidad significativa del movimiento globalmente. Es probable, pero hay otros, que dudan de que los pentecostales puedan contribuir significativamente a la agenda teológica. Otros optan por descalificar al movimiento argumentando que este todavía no ha llegado a ser una tradición teológica en sí misma.  

Lo que estas reacciones tienen en común es una observación que carece de una narrativa teológica y que tampoco tienen un símbolo teológico que les permita identificar y distinguir a la teología pentecostal. Sin embargo, las últimas publicaciones pentecostales reflejan una alto grado de escolaridad y profundidad teológica. Es más, la teología pentecostal no se aparta de la iglesia, ni de los fenómenos espirituales, sociales y culturales que se observan en la comunidad de fe y la sociedad donde opera. Pero es importante destacar que la mayoría de las propuestas teológicas recientes son constructivas, programáticas y fenomenológicas. La teología pentecostal está encarnada en la Escritura y en la iglesia. Es impulsada y manejada por el Espíritu de Dios. El testimonio de la validez de esta teología está en la vida de cada creyente comprometido con Cristo.

(Continuará la próxima semana)